Fernando Simón se ha convertido en un síntoma. Ergo, es natural que su incidencia se vuelva a disparar, que su rostro vuelva a ser captado por el objetivo de una cámara. En el transcurso de la reunión del consejo interterritorial de salud el hombre se toca la mascarilla como un catcher de béisbol marcando la jugada, por si así bastara para engañar a la ómicron. En todo caso, es sabido que a Simón le gusta más el surf, por algo ha ido surfeando una tras otra las olas de covid sin caerse de la tabla del cargo. Eso, a pesar de que los hechos le obligaron a cambiar más veces de opinión que de mascarilla. La lengua, como la almendra, le jugó malas pasadas. Normal que desapareciera de los focos, pues no hay Gobierno que aguante tantos elefantes en la cacharrería. Ayer, Simón volvió a hablar, aunque en la foto no se escucha lo que dice. Dijese lo que dijese, sus ojos parecen expresar un solo sé que no sé nada. Va a resultar que no hay nada como decir la verdad.