Acentos de los antropónimos

Francisco Ríos Álvarez
Francisco Ríos LA MIRADA EN LA LENGUA

OPINIÓN

MARCO BERTORELLO

04 dic 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

Anduvo estos días en los periódicos el interés de Barcelona por fichar a un jugador del Manchester City, Ferran Torres. Para unos es Ferran y para otros Ferrán, alternancia que a veces llega a observarse en un mismo texto. Ferran es un nombre catalán y es voz aguda, pero tanto las normas ortográficas del Institut d’Estudis Catalans como las de la Acadèmia Valenciana de la Llengua —el delantero es natural de Foyos (Valencia)— prescriben que no se tilden las palabras agudas terminadas en -an (tobogan, sentiran, Olvan). El propio deportista escribe en su web su nombre, que se pronuncia [ferrán], sin acento gráfico.

Las academias del español establecen que los antropónimos deben ajustarse a la ortografía de la lengua a la que pertenecen. ¿Por qué, entonces, encontramos algún Araujo, que, por cierto, juega a lo mismo que Ferran Torres? Ese apellido procede del gallego-portugués Araúxo/Araújo y en su largo periplo por la América hispana pierde en ocasiones la tilde que permite pronunciar [araújo], cuando sin ella debe articularse [aráujo].

Donde conviven dos idiomas, cada persona puede elegir en cuál de ellos quiere ser llamada. Ello ocurre tanto en España (Juan/Xoan, Carlos/Carles, Izíar/Itziar), como en otros países. En América, por ejemplo, algunos antropónimos de lenguas amerindias tienen también una forma hispanizada (Ataw Wallpa/Atahualpa, Xóchitl/Súchil), y se usan ambas. Pero hay que evitar la confusión cuando la diferencia entre un nombre en una lengua y en otra es tan solo un acento gráfico. Así, por ejemplo, debe tildarse Luís cuando la persona que lleva ese nombre opta por la forma gallega, y no hacerlo si prefiere la castellana.

Otro caso es el de las Jennifer, las Jessicas y los Jonathan que van poblando España. En los últimos años, muchos nombres extranjeros se han sumado a los que se imponen a los niños de por aquí. Se pueden mantener en su forma original o adaptarlos, lo que requiere, entre otras cosas, tildarlos según la ortografía del español: Yénifer, Yésica, Yónatan. En algunos casos, para la hispanización solo se necesita la adición de una tilde, como en Mádison, Íngrid o Álison.

Lo que no se puede hacer es poner o quitar tildes contraviniendo toda norma ortográfica, como en Riobóo o Campóo, palabras llanas terminadas en vocal.