La evolución de la pandemia en las últimas semanas ha hecho que cobrara vigencia la reflexión acerca de si «debiera o debería ser obligatoria» la vacunación. Desde mi punto de vista, esta pregunta admite dos interpretaciones que condicionan la respuesta.
La primera de ellas hace referencia a si estratégicamente pudiera ser efectiva esta hipotética obligatoriedad, es decir, si tomar medidas para que se convirtiera en un imperativo legal se traduciría en un aumento significativo de la tasa de vacunación. La mayor parte de los expertos lógicamente optan por el pragmatismo y lo desaconsejan. Consideran que esto podría ser contraproducente ya que generaría más desconfianza y rechazo en la población. Además, sería una medida difícil de implementar ya que ¿qué haríamos con los incumplidores? Un último argumento que barajan es coyuntural: en nuestro país tenemos unas tasas muy altas de vacunados y los movimientos antivacunas, afortunadamente, apenas han calado. Me pregunto cuáles serían las respuestas en el caso de que nos situásemos, como ocurre en otros países de Europa, en porcentajes inferiores al 50 %.
La segunda interpretación apenas se aborda —¿será porque es políticamente incorrecta?— y está relacionada con uno de los significados de la palabra «deber» que apunta al compromiso moral. Los deberes se definen como las obligaciones que nos impone nuestro honor o nuestra conciencia. En este sentido, la vacunación como todo el mundo sabe, no es únicamente una medida de prevención individual, sino que su gran valor reside en la protección colectiva, por eso forma parte de la salud pública. Vacunarse es una acción responsable y solidaria: todos compartimos los riesgos y todos disfrutamos de los beneficios.
Un concepto muy interesante en economía, psicología social y ciencia política es el de free rider. Este término alude a aquel individuo que se beneficia de los esfuerzos de los demás miembros de su mismo grupo sin aportar nada, teniendo, naturalmente, capacidad para hacerlo. Para adaptar la expresión al idioma español se utilizan los vocablos «polizón», «gorrón» o «consumidor parásito».
Desgraciadamente, a pesar de que la existencia de estos individuos dificulta la cooperación y la interacción necesarias para constituir una sociedad saludable, no hemos encontrado la solución al problema.
Por tanto, he aquí mi propuesta de respuesta: la vacunación contra el covid es moralmente obligatoria.