¿En qué coinciden Vox y Podemos?

Roberto Blanco Valdés
Roberto L. Blanco Valdés EL OJO PÚBLICO

OPINIÓN

Mariscal

10 dic 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

Lo hemos visto en el cine cómico tantas veces que es ya un clásico: cuando una máquina se rompe, los productos que fabrica (platos, libros o botes de salsa de tomate) comienzan a salir a discreción volando por los aires, como si el aparato ya no pudiera aguantar más y tuviera que escupir todo lo que pretende introducirse en su vientre de metal.

Salvadas las distancias, cuando la máquina de gobierno de un país (su régimen político) se gripa, es decir cuando las piezas de su engranaje se agarrotan, pasa exactamente lo mismo: que la competencia entre sus partidos principales deja de ser centrípeta (hacia el centro) y comienza a ser centrífuga (hacia fuera), de modo que las organizaciones que forman su sistema de partidos enloquecen tratando de ocupar las posiciones extremas de sus competidores.

Solo hay que comparar el régimen vigente en España entre 1982 y 2015 con el dominante desde entonces para llegar a la conclusión de que la aparición de Podemos y de Vox (Ciudadanos fue, por desgracia, flor de un día) ha provocado una nefasta centrifugación de la política española, cuyos resultados están bien a la vista: repetición de elecciones, exitosas mociones de censura, disolución de las Cortes tras la incapacidad para elegir presidente, gobiernos en completa minoría, coaliciones Frankenstein y, en suma, y como resultado final, total incapacidad de las fuerzas mayoritarias (PSOE y PP) para llegar a acuerdos, aun en los temas en que son necesarios para que se cumplan las previsiones constitucionales.

Podemos, fuerza antisistema que desprecia las bases sobre las que avanzó la Transición (impugnada como una traición a «la gente») y se organizó la España constitucional (que los morados consideran mera continuación del franquismo), ha forzado una radicalización del PSOE, que se ha arrimado a postulados extremistas para poder competir con un partido que, en algún momento, amenazó con desplazarlo de su primacía entre la izquierda. Es verdad que Sánchez carece de convicciones y que su necesidad de contar con Podemos para llegar al Gobierno ha facilitado ese proceso, que quizá en otras circunstancias no hubiera llegado tan lejos, ni apartado tanto al PSOE de su posición tradicional.

Y lo que Podemos ha logrado por la izquierda, podría Vox acabar culminándolo del otro lado del espectro: el proceso, ya iniciado, de centrifugación del PP hacia la derecha avanzaría si Casado llegase a ganar las próximas elecciones generales y, tras su victoria, solo pudiese gobernar contando con los votos del partido de Abascal, que no comparte muchos de los postulados que hoy definen a las derechas europeas más centradas.

¿Tiene solución esta avería de nuestra máquina política? La verdad es que solo una. Que quienes la manejan (los electores) lleguen a ver con claridad que votando a Vox y a Podemos no lograrán que gobierne ninguno de los dos, pero facilitarán el caos en que se hunde España desde que decidieron apostar por el desgobierno en lugar de hacerlo por la gobernabilidad.