Las derechas andan indignadas por la «cumbre comunista» del papa con Yolanda Díaz. Francisco no les gusta, les produce cierto repelús. No es de la estirpe de pontífices «como Dios manda», que han defendido la más pura ortodoxia católica, sin ninguna concesión a progresismos ni modernismos. Alguien como Juan Pablo II, aquel férreo luchador contra los regímenes comunistas que visitó a Pinochet en plena dictadura y salió sonriente junto al dictador al balcón de La Moneda. O, cuando menos, un Benedicto XVI, guardián de las esencias y martillo de herejes. No es la primera vez que las derechas chocan con Bergoglio. Tampoco les hizo ninguna gracia que pidiera perdón a los mexicanos por los «pecados» que la Iglesia católica cometió durante la colonización, su apuesta por el diálogo en Cataluña o su denuncia por los muertos en la Guerra Civil que siguen en las cunetas. Casado, Ayuso y Abascal salieron a rebatirlo. Estuvieron en un tris de tildarlo de antiespañol. Pero, ¿es el papa comunista, un peligroso izquierdista? Veamos sus últimos mensajes en Twitter (@Pontifex_es), al margen de los puramente religiosos. Reivindica «el amor de la Iglesia por los pobres y vulnerables en todo el mundo»; defiende a «los muchos que tienen hambre y sed, que están desnudos, enfermos, son extranjeros o detenidos, que son descartados por la sociedad»; apuesta por una «decidida lucha contra la corrupción»; lanza un dramático llamamiento sobre la inmigración ante «las crudas imágenes de sus pequeños cuerpos sin vida en las playas», y clama: «¡Detengamos este naufragio de civilización»; o afirma que «el futuro solo será próspero si se reconcilia con los más débiles». ¿Tienen las derechas algo que decir en contra?