Siempre deliciosas en cualquiera de sus múltiples variedades, constituyen un elemento imprescindible para una dieta saludable. Son el fruto de distintas especies del género pyrus con características y maduración diferentes. Suelen clasificarse en peras de verano y peras de invierno en función del momento de recogida, siendo las más conocidas la conferencia, blanquilla y limonera.
En su composición química destaca la presencia de agua en elevada proporción, azúcares, antioxidantes, vitaminas (especialmente A, del grupo B y C), minerales (calcio, hierro, magnesio, zinc y potasio, fundamentalmente), taninos, ácidos (oleico y palmítico) y fibra. Aporta muy pocas calorías, 45 por cada 100 gramos en una pera de pequeño tamaño.
Presentan una buena tolerancia y baja aparición de alergias, son coadyuvantes en la reducción de peso por su efecto diurético y depurativo, mejoran la digestión, regulan la función intestinal, reducen el estreñimiento y la inflamación intestinal, mejoran la gastritis, favorecen el funcionamiento del sistema circulatorio y aumentan el aporte de calcio al organismo, lo que resulta ideal para niños (suele agradarles) y personas mayores.
Precaución si se padece insuficiencia renal porque tienen potasio y, cuando su consumo es excesivo, puede afectar al funcionamiento del riñón.
Encontrará alguna variedad prácticamente en cualquier momento del año. Elíjalas en su punto de sazón (ni muy maduras ni verdes) y que no presenten golpes. Para conservarlas se deben proteger de la luz, en lugar fresco y seco. Si se guardan en nevera, colóquelas en una zona no demasiado fría. En función de su maduración aguantarán más o menos antes de ser consumidas.
Las posibilidades de consumo son muchas: al natural, en zumos, compota, postres, macedonia o acompañamiento de carnes. Sus efectos beneficiosos son mayores cuando se consumen en crudo correctamente lavadas. En la industria alimentaria se utilizan para elaborar mermeladas.