A los fans de las historias de Carrie, Charlotte y Miranda todo les parecerá genial. También este regreso de las amiguísimas que acaba de estrenarse en HBO. Pero para aquellos que hubiesen disfrutado de Sexo en Nueva York como una serie novedosa en los 90, esta vuelta se ha quedado muy descafeinada. Sobre todo porque, lejos de encontrarnos con tres amigas de más de 50 a las que les debería arder la vida, lo que hemos visto en estos dos primeros capítulos es una versión muy edulcorada de las relaciones de pareja. Dicho en otras palabras, es imposible encajar con cierta verosimilitud ese estado de gracia de los matrimonios que se supone llevan más de dos décadas juntos y lo primero que hacen cualquier día de semana es abrirse una botella de vino cuando llegan de currar y ponerse el último vinilo para bailar juntos. La frescura y la mordacidad de Carrie y de sus amigas ha desaparecido en esta segunda versión que rebosa bótox, al menos —insisto— en estos capítulos, y lo que se echa de menos es aquellas risas desternillantes de quienes se ponían la vida por montera. Queda la buena factura, el vestuario y el soniquete de tratar los tópicos de las de cincuenta (canas sí, canas no), pero poco más. Y aunque entendemos que no se trata de reproducir las historietas de los ligues de cuando se tienen 30, la vida a estas alturas daría para muchísimo más. Este show es mucho más aburrido, ya no hay sexo en Nueva York.