Una píldora concentrada de Galicia

Cristina Sánchez-Andrade ESCRITORA, PREMIO JULIO CAMBA

OPINIÓN

Sargadelos

20 dic 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

Desde que las Navidades pasadas me regalaron a Otero Pedrayo convertido en florero, no dejo de pensar qué pensaría él (sesudo escritor y político galleguista) al ver que su cráneo ha sido perforado para albergar margaritas. Aunque personalmente jamás lo utilicé de florero, me encanta verlo en esa actitud tan suya de oratoria, adornando la estantería de mi biblioteca, entre libros, como a él le gustaba estar. La mezcla del negro con el azul cobalto, las gafas redondas (tan de moda en su época) y la cara de antiguo me traen muy buen rollo. Esa misma sensación es la que tuve el otro día en la nueva galería de Sargadelos en el corazón del barrio de Salamanca de Madrid (calle Lagasca, 25). Entrar en ella es poner un pie en Galicia: es escuchar el sonido de las gaitas, la lengua y la literatura, es oler la tierra húmeda, sentir el roce de la niebla, la lluvia y el brezo.

En el local, adornado con exquisito gusto, no faltan detalles de calidad: las estanterías de pino gallego provienen del antiguo almacén de moldes y matrices de la fábrica de O Castro; las mesas son las giratorias de colado, proceso en el que toma forma la pasta de porcelana; en el escaparate se han colocado las vagonetas que, cargadas de piezas de porcelana, entran y salen de los hornos a 1.400 grados de temperatura, y al fondo hay un enjaulado de madera que formaba parte del conjunto de recepción de una de las plantas de producción. Para los amantes de los libros también hay una buena noticia: se venden ejemplares de Ediciós do Castro (nacida al amparo de la fábrica de cerámica) por tres euros. Y para que nadie diga, un toque de modernidad: en la nueva galería también se exhibe la nueva colaboración de la marca con David Chipperfield, El Conjunto Rede.

Ahora pienso que, en realidad, lo que a mí me regalaron no fue solo una figurita de Otero Pedrayo (que, por cierto, también las hay de Valle, Rosalía, Murguía o Castelao). Fue más bien todo lo que hay detrás, lo que él -y también Sargadelos, con todas las dificultades por las que ha tenido que pasar a lo largo de su historia- representan, es decir, una píldora concentrada de todo aquello que tanto amamos los gallegos. Y es que, como dijo Castelao, «la verdadera tradición no emana del pasado, ni está en el presente, ni en el porvenir; no es sirviente del tiempo. La tradición no es la historia. La tradición es la eternidad».