Hoy se comenta todo desde la perspectiva ideológica, como si todo fuese susceptible de ello. Hay quien, para opinar sobre un vino, lo hace desde un punto de vista progresista o feminista. Hay quien, para opinar sobre los animales, lo hace siempre como un animalista, un defensor de sus derechos; mientras otro lo hace como consumidor, pues considera que los animales son bienes de consumo, para el ocio o la alimentación. Véanse las opiniones sobre los toros o la caza.
Supongamos las opiniones de un carnívoro de derechas, un progre vegano y un nacionalista omnívoro sobre la cría del capón de Vilalba. El primero verá normal la tradición que obligaba al campesino a regalar por Navidad un capón cebado al propietario de las fincas. El segundo, preocupado por la sostenibilidad del ecosistema, verá maltrato animal en todo el proceso vital del capón. El tercero lo justificará en aras del aprovechamiento endógeno de un bien autóctono, siempre que haya control de la producción y denominación de origen certificada.
Los ejemplares, de raza Label semipesada, son capados a los dos meses para que su peso sea mayor y su agresividad menor, para que gasten menos energías y la grasa entreverada haga su carne más tierna. El liberal entenderá que la castración se lleva a cabo con las adecuadas condiciones quirúrgicas, que los capones descansan varios días después de ella y que viven en libertad comiendo lo que quieren. Al ecologista no le convencerán los argumentos de que son animales felices, criados sin estrés al aire libre. Al nacionalista no le parecerá mal que el día de San Martiño sean encerrados en las capoeiras para la ceba, siempre que la pasta del amoado esté elaborada con maíz del país.
Que sean sacados a oscuras de las capoeiras con sumo cuidado, antes de ser sacrificados, constituirá un detalle para el conservador, una crueldad para el vegano y una insignificancia para el nacionalista. Que sean desplumados, eviscerados y escaldados, antes de colorear su piel con azafrán, es un método artesano que alabará el liberal, criticará el ecologista y gustará al nacionalista, siempre que terminen adornados con la ensunlla (grasa visceral), metidos ordenadamente en cestas de mimbre y vendidos a buen precio en una única feria anual celebrada ex profeso antes de la Navidad. El 100 % de los que han comido estas fiestas capón relleno de pasas o castañas opinan que es un manjar de dioses. Otra cosa es que los dioses sean de derechas o de izquierdas.