El olor de las castañas

Pedro Armas
Pedro Armas A MEDIA VOZ

OPINIÓN

PEPA LOSADA

08 ene 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

Según los datos macroeconómicos, las regiones más desarrolladas de España son las más industrializadas o más turísticas. Galicia no está entre ellas. Se ve que la moda, el marisco, la cerveza, el queso, el pulpo o el vino no nos sacan las castañas del fuego. Sin caer en el escepticismo de negar los datos, ni en el chovinismo de alabar porque sí lo autóctono, precisamente la castaña es otro de esos productos gallegos con marchamo de calidad al que hay que prestar más atención.

Este último año, con la castaña ha pasado lo mismo que con la economía. Se esperaba una recuperación, tras la peste y la pandemia, pero el coronavirus ha mutado, ralentizando la mejoría, y la avispilla ha hecho estragos, debilitando los viejos castaños. Cuando la introducción de otra avispa depredadora de la avispilla parecía restablecer el control ecológico, las nieblas favorecieron los hongos y las heladas fuera de tiempo provocaron la caída de los erizos sin que las castañas estuviesen en su punto de maduración. Los productores advierten que la recuperación, tras una plaga de avispilla, tarda por lo menos tres años. Los gurús de la economía advierten que, tras el impacto del virus, tres años no van a ser suficientes para recuperarla.

En Galicia se recogen casi dos tercios de las castañas de España. Para mejorar la calidad, en la Xunta se ha creado una Unidade de Soutos, que procura redimensionarlos y homogeneizarlos. Las variedades propias, con nombres tan evocadores como amarelante, famosa, garrida, longal, negral, ventura o xudía, son más rentables cuando se cultivan en soutos uniformes, en bosquetes con una sola variedad. Las castañas gallegas, las únicas nacionales que cuentan con un sello de calidad, una Indicación Geográfica Protegida, son brillantes, compactas, dulces y menos calóricas de lo que se piensa.

Las castañas, antaño el pan de los pobres, hoy acaban en las mesas más exigentes, como puré o guarnición de platos sofisticados o como postres de vanguardia. Ese es el reto: que la materia prima mejore calidad y gane valor añadido en su propia tierra. Además del consumo en fresco, la comercialización de castañas en seco, peladas y congeladas, como tortas o copos, puede efectuarse fuera de temporada; pero lo ideal es producir, por ejemplo, castañas almibaradas o marrón glacé. Cuando el cliente sibarita le da valor, el producto gana valor añadido. Para subir en el ránking del desarrollo, habrá que ir pensando en poner en valor hasta el olor de las castañas asadas.