Las cerdas no entienden de política

Gonzalo Bareño Canosa
Gonzalo Bareño A CONTRACORRIENTE

OPINIÓN

RAÚL SANCHIDRIÁN

18 ene 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

«Más ganadería y menos comunismo» es un lema que puede parecer ocurrente en un despacho de márketing político de Madrid al servicio de un partido conservador. Pero existen no una, sino múltiples razones para que el PP no fíe las elecciones de Castilla y León al éxito de semejante proclama. Pensar que ese reduccionismo infantil bastará para que una mayoría considere que solo el PP defiende la ganadería no es simplemente un error, sino también un absurdo intelectual. En primer lugar, porque «ganadería comunista» no es precisamente un oxímoron. Si hay un país en el que prolifera la ganadería intensiva de las macrogranjas es China, donde se ubica la mayor explotación del planeta, con capacidad para albergar a 84.000 cerdas, que no entienden de política.

Pero es que, al margen de propuestas de elección absurdas o exageradas, resulta que las elecciones de Castilla y León no se celebran mañana, sino el 13 de febrero. Dentro de casi un mes. Y un mes hablando de granjas, haciéndose fotografías con vacas y cerdas, o dando mítines en los establos, además de constituir un insulto a los castellanoleoneses, que padecen los mismos graves problemas que el resto de españoles y no merecen que se les reduzca a carne de cañón (nunca mejor dicho), puede acabar haciéndosele muy largo al PP. Meter el comunismo en el lema supone, además, reconocer una notable falta de ideas en Génova. Después de tanta pugna con Ayuso, resulta que los eslóganes se los hace al PP Miguel Ángel Rodríguez, el odiado MAR. Recuérdese además que las campañas nunca son como se diseñan. En Madrid, sin ir más lejos, se acabó hablando más de sobres y balas que de «comunismo o libertad».

Tampoco le conviene al PP, si quiere pasar por un partido serio, basar su discurso en refutar las ocurrencias de un ministro nini como Garzón, que ni estudia ni trabaja, en lugar de combatir con propuestas, ideas y datos la gestión de Pedro Sánchez. Y, a estas alturas, pretender asustar al personal con el fantasma del comunismo puede funcionar si se tiene enfrente a personajes como Pablo Iglesias o Irene Montero, soltando cada día barbaridades como que la prensa libre debe prohibirse o que hay que guillotinar a los ricos. Pero no cuando la oponente es Yolanda Díaz, que se emociona hablando con el papa, hace arrumacos a Garamendi, coincide en las peluquerías caras de Madrid con lo más granado de la alta burguesía capitalina y dice frases como que el Gobierno hace cosas «chulísimas».

Lo que los electores esperan del PP, en Castilla y León y en el resto de España, es un proyecto político y económico sólido, y no que se limite a contarnos cada día lo malos que son Sánchez y Garzón. Que ponga sobre la mesa propuestas fiscales, reformas y proyectos que lo sitúen como alternativa a un Gobierno Frankenstein que tiende al caos por sus propias contradicciones internas y al agravio entre autonomías por su dependencia total de fuerzas independentistas, nacionalistas y hasta localistas. Es decir, más política y menos eslóganes.