La mortalidad empresarial en el 2021 se situó en el 1 % en las empresas medianas gallegas. Probablemente, la pandemia, también, se haya cobrado su precio en vidas empresariales. Pero la realidad de la empresa familiar es que la mayor mortandad se produce en la sucesión entre la primera y segunda generación y, además, frecuentemente por motivos familiares y no económicos. Los datos del Instituto de la Empresa Familiar son contundentes: apenas un tercio de las empresas familiares llegan a la segunda generación. La transición generacional es un asunto determinante en la supervivencia de la compañía. Es necesario ordenar dos ámbitos: la empresa y la familia. En cuanto a la empresa, a la profesionalización de sus cuadros directivos sigue la de la gobernanza de la compañía. Las más innovadoras, adoptan las recomendaciones del código de buen gobierno aunque no sean obligatorias.
El segundo eje en la sucesión es hacer la transición desde una familia que posee una empresa a una familia empresaria. En general, como todas las cosas que a uno le apetece menos hacer, nunca hay un buen momento. El empresario está absorbido por la vorágine del día a día, con crecer etcétera. Pensar en el relevo no es el más atractivo de los pensamientos. Pero, si algo nos ha enseñado esta pandemia es que la vida está llena de imprevistos y, por ello, es importante ordenar la sucesión empresarial. No hay dos empresas familiares iguales, pero sí hay un consenso sobre lo que funciona para su gobierno: dos estructuras separadas y comunicadas entre sí por cauces establecidos. El gobierno de la familia se apoya en 3 pilares:
1.- Consejo de familia: punto de unión entre la familia y la empresa. Es el interlocutor natural del consejo de administración al que traslada la visión y valores de la familia, opinión sobre inversiones significativas y dividendos, mantiene la disciplina familiar y desarrolla planes para la transición generacional. Su alter ego empresarial sería el consejo de administración.
2.- La asamblea familiar, es el foro que permite poner en común ideas y puntos de vista de los familiares accionistas. Recomendable a partir de la tercera y cuarta generación. Su espejo sería la junta de accionistas.
Y 3.- El protocolo familiar, la Constitución de una familia empresaria. En él se reflejan las reglas de funcionamiento y relación entre familia y empresa y la gestión de conflictos con el fin de garantizar la continuidad de la compañía y su permanencia bajo control familiar.
Hoy, únicamente, el 30 % de las empresas familiares tiene planes de sucesión. Sin embargo, contar con un buen protocolo marca la diferencia entre el éxito y el fracaso en la siguiente generación. Una máxima latina decía que, si quieres la paz, prepárate para la guerra. Ordenar la sucesión es una buena forma de asegurar el relevo generacional y romper el maleficio de las estadísticas de muerte empresarial por sucesión.