Rodolfo Martín Villa comenzó con buen pie el año 2022. Hace nada, la justicia argentina dejó de perseguirle tras la aberrante actuación de una jueza que lo eligió como símbolo de crímenes del franquismo, entendiendo como crímenes del franquismo algunos sucesos de la Transición «con resultado de muerte», como se dice en los atestados. Ahora, el Tribunal Superior de Justicia de Cataluña anula una decisión municipal que le retiraba la medalla de oro de Barcelona, concedida al comienzo del período democrático. La retirada de la condecoración se basó en que Martín Villa había sido ministro de Franco y último gobernador civil de la provincia en el franquismo. E, igual que la jueza argentina, caía en el error de culparlo de los sucesos de Vitoria, ignorando que entonces no era ministro del Interior. Pero es igual: a alguien había que cargarle aquellos muertos, y le tocó a él por partida doble, argentina y catalana. Por tanto, no merecía los honores de una ciudad que, a decir verdad, no se distinguió especialmente por su denodada lucha contra la dictadura.
La decisión del tribunal superior es, naturalmente, recurrible y se supone que la ardorosa Ada Colau la recurrirá. Pero lo interesante es la argumentación del TSJC: la normativa municipal sobre honores no contempla que se puedan retirar con efectos retroactivos y, en todo caso, «continuarán disfrutándolos con todos los derechos, honores y prerrogativas». Ya tenemos otra judicialización de la política. Ya tenemos otro caso de decisión administrativa anulada por los jueces. Según la norma invocada, se podría deducir que habría que devolverle a Franco las medallas de oro y otras condecoraciones varias que copiosamente recibió en vida y copiosamente le siguen siendo retiradas a medida que se aplica la Ley de Memoria Histórica o simplemente entra en juego la memoria de la dictadura. Tengo entendido que ya fueron devueltos otros honores e incluso restablecidos los nombres de algunas calles porque los tribunales así lo decidieron. En acciones como estas se basan los partidos de izquierda para acusar a la Justicia de retrógrada, franquista y no sé cuántas cosas más.
Me alegro por Martín Villa, a quien conocí en los momentos más duros de la transición y siempre me pareció un hombre con sentido de Estado. Lo que sufrió con el terrorismo solo lo sabemos quienes estábamos en el entorno de Suárez. Me preocupa que entremos en un período de revisionismo del revisionismo, que nada bueno aportará a la convivencia. Y lo único que me apetece decir es que, si se retiran honores, que sean por causa justificada y de acuerdo con las leyes, entendiendo por leyes las normas locales. Porque, entre quienes retiran y quienes restituyen, lo único que consiguen es dar vida a los extremismos. Y el fantasma de Franco no desaparece ni con conjuros en el cementerio familiar en Mingorrubio.