Daños colaterales inevitables

Ernesto Sánchez Pombo
Ernesto S. Pombo EL REINO DE LA LLUVIA

OPINIÓN

NANI ARENAS

29 ene 2022 . Actualizado a las 10:15 h.

Las catástrofes bélicas siempre traen consigo unos daños colaterales que resultan tanto o más terribles. Es el caso de las vidas de los no contendientes que se llevan por delante como la cosa más normal. Y los destrozos que causa en las economías hasta dejarlas hechas trizas. Eso es lo que va a ocurrir si, como parece, las escaramuzas rusas con Ucrania acaban en el conflicto bélico no deseado. Sea de alta o baja intensidad.

España, que es un país que no juega una función determinante en la pugna, aunque envía material bélico a la zona, puede resultar especialmente dañada. Porque el papel al que obliga su pertenencia a la OTAN choca con los intereses empresariales en ambos países. Y, sea cual sea el resultado, hay poco que ganar y mucho que perder.

En Ucrania operan 27 empresas españolas. En los dominios de Putin están asentadas 118; entre ellas nueve de las 35 que componen el Ibex, que representan su 25 por ciento. Inditex, con casi 600 establecimientos en ambos países, Repsol, Meliá, Iberdrola, IAG, Acerinox, BBVA, Indra y Roca son algunas de ellas. Las relaciones cordiales que mantenemos con los dos contendientes se tradujeron en un importante volumen de exportaciones en las que Madrid, País Vasco, Valencia, Andalucía y Galicia son las más beneficiadas. Y precisamente Galicia es una de las que puede resultar más perjudicada, porque solo en exportaciones de textil, química y automoción a Rusia mueve unos 300 millones anuales. La cifra se reduce a la tercera parte en el caso de Ucrania.

A este problema debemos de unir los más de 2.500 españoles residentes en Rusia y los 300 en Ucrania, y los 3.300 millones anuales en exportaciones al territorio ruso, porque somos su décimo noveno suministrador. Turistas al margen. Y si valoramos unas cifras y otras, entenderemos el riesgo que nuestro país corre en esta disputa que tan alejada parece quedarnos.

Lo grave de todo es que la decisión no está en nuestras manos. Ya pasó el momento de regresar al debate de OTAN sí, OTAN no. Formamos parte del mundo occidental y, por mucho que la mayoría de los ciudadanos estemos en contra de las guerras, nada podemos hacer en esta ocasión. Solo aguardar que se imponga la razón. Pero la prudencia debe presidir cada movimiento de nuestros dirigentes. Para que los daños colaterales sean insignificantes.