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Cáncer es un término genérico sinónimo de un numeroso grupo de tumores o neoplasias malignas, que constituyen uno de los mayores capítulos de la medicina. Es una de las principales causas de morbi-mortalidad en el mundo ya que casi un 40 % de hombres o mujeres pueden padecer cáncer en un momento de su vida. Según agencias oficiales en España se aproxima a 300.000 casos nuevos por año, ocupando por orden de frecuencia, colon-recto, próstata, mama, pulmón y vejiga urinaria, con variaciones según sexo. Es motivo de grandes inversiones en proyectos de investigación y causante de un alto costo sanitario, que en países avanzados se cifra en miles de millones de euros.
A pesar de que cáncer significa todavía un grave proceso, gracias a los avances médicos, una luz de esperanza ilumina un camino hasta ahora tenebroso. Los cánceres responsables del mayor número de fallecimientos a nivel mundial fueron el de pulmón, el colorrectal, hepático, el de estómago, páncreas y vejiga. Sabemos que en las mujeres, el de tiroides, el melanoma cutáneo y el cáncer de mama tienen curación por encima del 85 % de casos, mientras que en los varones la supervivencia del cáncer de próstata, el más frecuente, se acerca al 90 %. Pero la esperanza en su curación pivota principalmente en tres factores: tipo de cáncer, localización y extensión. Existen innumerables tipos diferentes, y valga como ejemplo, solo aquellos que se originan en los elementos celulares que componen la sangre, sobrepasan con creces el centenar entre leucemias y linfomas, con un alto porcentaje de curaciones que dependerá en gran parte de la variante celular.
Lo mismo ocurre con el más frecuente en mujeres, el cáncer de mama, o en cualquier órgano cuyo pronóstico va a depender no solo de su estadio clínico, sino también de marcadores histopatológicos que son indicadores de una sensibilidad a un determinado tratamiento y a su posible curación. Junto con múltiples factores que indican una potencial recuperación de la salud, debemos destacar un hecho fundamental como es el diagnóstico en fase incipiente. Pero el diagnóstico en fases tempranas dependerá en gran parte de la localización en órganos fáciles de explorar (incluso por el mismo paciente). Sin duda alguna, una buena educación sanitaria es el arma más eficaz para detectar cánceres muy frecuentes como el de mama o de piel, pero son aquellos con localizaciones profundas o con un curso clínico silente que debutan con metástasis, los que siguen con una alta mortalidad. La investigación para identificar el tipo de gen anormal causante de que la célula se multiplique sin control, abre un camino esperanzador para una aplicación de tratamiento específico contra un determinado tipo tumoral.
El éxito en la lucha contra el cáncer y que un determinado cáncer se cure es el fruto de un trabajo en equipo multidisciplinar constituido en primer lugar por el médico de familia que debe explorar adecuadamente a sus pacientes, al radiólogo que por imagen detecta el potencial maligno en fases tempranas, al patólogo que es el responsable de identificar el tipo de cáncer, su potencial maligno y grado de sensibilidad para que el oncólogo o el médico especialista responsable del paciente seleccione el tratamiento más adecuado.