No ha sido una derogación como se prometió insistentemente. Puede incluso que la reforma que se pretendía del texto laboral se haya quedado en una reformilla o en un maquillaje, como aseguró anticipadamente García Egea. Pero de lo que no existe duda es que lo que ha sido reformado es la legislatura. Lo que queda de ella. Porque nada de lo que hasta ahora aconteció es previsible que vuelva a suceder.
Pocas veces en democracia, con la excepción quizás del texto constitucional, se han dedicado tantas horas, esfuerzos y declaraciones a sacar adelante un decreto. Y nunca el espectáculo dantesco al que fuimos sometidos, con diputados votando lo contrario de lo que dijeron, errores inadmisibles, denuncia de cacicadas, celebraciones fallidas y anuncios de judicialización, llegó al extremo de esta ocasión. Nos estamos superando a cada momento.
Habrá que aguardar para saber en qué queda el paseo por los tribunales por lo aprobado en el Congreso, pero no es necesario esperar para saber que el bloque de la investidura de Pedro Sánchez, que vino funcionando hasta ahora, ha quedado descosido y con jirones importantes. Y que la nueva mayoría alternativa, a la que, además de los socios de Gobierno, se incorporan el centro derecha de Ciudadanos, nacionalistas de derechas como PDCat y pequeños partidos regionales, tiene escasas posibilidades de mantenerse en el tiempo. Eso que conocemos por transversalidad —un modelo que tan buenos resultados le da a gobiernos de todo el mundo— puede funcionar en momentos concretos como el de la reforma, pero carece de un largo recorrido. Entre otros motivos por la falta de experiencia en nuestra clase política.
La legislatura llegará felizmente a su término. A base de mucho diálogo, negociación y acuerdos. Pero con más sobresaltos que los hasta ahora vividos y con un Gobierno que, por mucho que diga su presidente, Pedro Sánchez, acaba de poner su temeraria inestabilidad en el alero.
De momento, la reforma de la reforma laboral, o lo que sea, ha sido aprobada. Pero lo que realmente se ha reformado es la legislatura.
Esa sí que es una reforma de calado. No la laboral.