La que has liado, sí
OPINIÓN
El pobre Alberto Casero está profundamente dolido; su despiste se ha convertido en «la cagada de la legislatura» porque en esa votación tenía previsto el PP dar un golpe de efecto sin precedentes que condujera la segunda mitad de la legislatura. Y es que, mientras las fuerzas sociales, sindicatos y empresarios, se esforzaban por llegar a un acuerdo sobre la reforma laboral impulsada por la vicepresidenta Yolanda Díaz, las fuerzas oscuras habían decidido que sus intereses no estaban en ese acuerdo.
Y así vimos al PP votar contra los empresarios, a los defensores de la clase trabajadora, contra el acuerdo firmado por los sindicatos y a los nacionalistas de la nueva pose votar contra todo para no posar con Ciudadanos, aunque eso les llevara a sumarse a Vox y al PP. Y es que el dime con quién votas y te diré quién eres vale lo mismo para lo uno que para lo otro.
Lo que ha quedado claro es que los intereses sociales y los intereses de las organizaciones políticas tienen caminos diferentes; que los partidos de nuestro tiempo se dividen entre los que buscan el acuerdo y los que tienen como estrategia la confrontación, y esto ocurre a los dos lados del arco ideológico.
Los partidos no se hacen extremos solo por la ideología, se hacen centrífugos, con tendencia a los extremos, en razón de sus estrategias, de su búsqueda política de la confrontación, de la polarización; y en su táctica descartan el encuentro con el centro, en definitiva, el acuerdo.
Por eso el PP vota contra el acuerdo alcanzado por los empresarios, y ERC contra lo acordado por los sindicatos. Porque los dos tienen otros intereses y, como tantas veces, una es la última en enterarse de sus defectos, la vicepresidenta supo pronto que los populares no apoyarían el acuerdo, pero supo muy tarde que tampoco lo haría ERC; porque no quiso ver que una buena parte de la izquierda no quería regalarle un éxito político tan sonoro como la reforma laboral.
Y, de ese modo, la propia vicepresidenta se convirtió en un obstáculo para el acuerdo, porque incluso entre sus propias fuerzas había demasiadas voces a las que les gustaría que se estrellara. Y si una mira bien a las caras del Gobierno parecía que hubiera más felicidad en el lado del PSOE que en el de Unidas Podemos, al que el propio nombre se le está haciendo una disyuntiva, o Unidas o Podemos.
Lo cierto es que la reforma laboral demostró que la vicepresidenta prefiere posiciones centrípetas; que los de la lectura centrífuga no la quieren y que las formas desde las que se ha conseguido el acuerdo se parecen más a las del PSOE que a las de la izquierda centrífuga. La sonrisa de Sánchez, Calviño y Díaz era una declaración, o más de una; el Constitucional dirá o no dirá, pero la que has liado Casero, sí.