Hace siete días nos despertamos con una noticia política sobresaliente: los socialistas portugueses habían conseguido una histórica mayoría absoluta. Comparar España con Portugal resulta difícil. No son equiparables ni sus rentas, ni su producto interior bruto, ni siquiera el nivel de sus infraestructuras. Sin embargo, la Portugal de Costa pretende dejar atrás esas diferencias. Lo hace desde la moderación, la conciliación y la flexibilidad ideológica. También lo hace desde una escala de principios patrióticos que en España el actual Gobierno no ha sabido asumir. Es más, la Moncloa está en manos de Podemos (la extrema izquierda) y, a pesar de la reforma laboral, de los independentistas catalanes y vascos: socios preferentes.
Costa tiene fama de hombre conciliador y moderado, como dije arriba, y sus políticas, las que propiciaron esta mayoría absoluta, así lo certifican.
Portugal, luego del rescate europeo, fue capaz de enderezar rumbo y el Gobierno de Costa tiene mucho que ver con la buena marcha del país (una marcha que, insisto, todavía dista de España en los ejes económicos principales). Primero gobernaron con el bloque de izquierdas, formando la llamada geringonça. Nadie daba un duro por aquella macedonia de partidos. Costa, sin embargo, supo encaminar el destino de la coalición. Después, decidió gobernar en solitario. Los socios de antaño no aprobaron los Presupuestos del 2022 y el presidente de la República, Rebelo de Sousa, convocó elecciones. El resultado es el ya conocido y analizado largamente en este periódico.
La mayoría absoluta de Costa no solo afecta a Portugal; a Galicia, en particular, y a España en su conjunto, también afecta: nuestro país se disputa con Portugal numerosas inversiones extranjeras. Y en este aspecto concreto, desde que en España gobiernan Sánchez y sus socios, Portugal gana la partida. ¿Por qué? Porque su política impositiva es inteligente y no doctrinaria como la española: empeñada en subir impuestos (mantra de la izquierda) mientras que en Portugal se ofrecen ventajas fiscales. Como consecuencia, grandes fortunas están abandonando España para trasladarse al país vecino. Aquí se incrementaron en tres puntos las rentas del capital a partir de 200.000 euros, en dos puntos las rentas al trabajo superiores a 300.000, las aportaciones a los planes de pensiones se redujeron, se recuperó el impuesto de patrimonio con carácter indefinido, se aumentaron las cotizaciones a la Seguridad Social, impuesto de sociedades, etcétera. En Portugal no existen, por poner un ejemplo, ni impuesto de patrimonio ni sobre sucesiones y donaciones. Las rentas de trabajo generadas en Portugal cuentan con un tipo cuasi fijo de gravamen que roza el 20 %. Comparen con España. Por eso no tengo dudas: entre Pedro Sánchez y Yolanda Díaz, yo elijo a Costa.