Los muertos de cada mañana

Ernesto Sánchez Pombo
Ernesto S. Pombo EL REINO DE LA LLUVIA

OPINIÓN

Eloy Alonso | Efe

10 feb 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

Las preguntas resultan elementales. ¿Dónde está el límite de nuestros sentimientos? ¿Estamos dispuestos a aceptar un rosario diario de fallecidos sin que nos rebelemos contra la situación? ¿Cuántos muertos por covid estamos dispuestos a asumir diariamente? ¿Se nos endurecerá la piel hasta aceptar las cifras que nos vayan dando como algo de lo más normal? ¿Nos ocurrirá como con el terrorismo etarra, en el que a su inicio un muerto alteraba nuestras vidas y, al final, cinco víctimas las veíamos casi como tolerable?

Porque con la retirada en exteriores de la mascarilla, la medida más identificativa de la pandemia, parece que se quiere dar por cerrada la pesadilla en la que entramos hace dos años. Nos dicen estamos salvados y recuperamos la vida, la sonrisa y la alegría de antaño.

Pero a nada que miremos la situación, el balance de daños es considerable. Cierto que los datos siguen mejorando, porque bajan los casos, las hospitalizaciones y las entradas en uci. Pero en los últimos días se notificaron 150 muertes diarias, situándose la media en las 100. Que son un 20 % más que los fallecidos diariamente durante el 2021 en las carreteras.

La sexta ola, la ómicron, que tan benigna nos pareció, deja un balance de 5.050.000 casos conocidos, más de 100.000 hospitalizaciones, 8.500 personas en la uci y, lo importante, más de 6.000 fallecidos confirmados. Y desde julio contabilizamos 13.500 muertos. Cierto que las cifras no tienen nada que ver con lo que padecimos, pero tampoco son para hacer una fiesta. Porque tenemos el doble de incidencia que en diciembre, cuando se aprobó el decreto del enmascaramiento.

La OMS, que hace unos pronósticos como los de Rappel, nos dice que la pandemia está en su punto y final. Y Pedro Sánchez, que ya celebró, al menos media docena de veces, que vencimos al virus, se une al coro que tiene como tenores a los responsables autonómicos. Pero hay que exigir rigor. Y realismo. Estamos hartos de tantas restricciones y prohibiciones y la situación es significativamente mejor. Es cierto, pero no se puede cantar victoria porque todavía hay quienes se quedan en el camino. Y no es cuestión de pasarse el resto de nuestras vidas contando muertos cada mañana. De cien en cien.