Si se obviaran la campaña electoral y las expectativas de una mayoría a lo Ayuso con las que el PP se ilusionaba hace un mes, en Génova tendrían muchos motivos para descorchar una buena botella de Ribera del Duero: los populares volvieron a ganar en uno de sus tradicionales graneros, recuperaron la condición de primera fuerza, subieron medio punto y dos procuradores y han visto cómo el PSOE baja cuatro puntos y pierde hasta siete asientos en Valladolid.
Pero como la política es un juego de expectativas en el que la verdadera encuesta es la de las urnas, lo cierto es que Pablo Casado y sus estrategas tienen motivos para preocuparse. La sombra de Isabel Díaz Ayuso sigue siendo gigantesca y se proyecta como una alternativa que contagia a las bases más exacerbadas, pero el PP tiene que replantearse su hoja de ruta. En Castilla y León ha quedado de manifiesto que la simplificación del mensaje —«sanchismo o libertad»— no es suficiente. Que tampoco basta cuando te regalan autogoles como el de la polémica de las macrogranjas. Y que urge, si de verdad Pablo Casado quiere ocupar el dormitorio principal de la Moncloa, esbozar un verdadero programa de trabajo que ilusione a la ciudadanía que aún duda qué hacer con sus papeletas.
La victoria ocultará por unos días todas esas reflexiones, ya que, al menos, el PP salva los muebles y deja a medias el gatillazo de los trackings, que a media semana daban a la izquierda una posibilidad de gobernar por primera vez la comunidad de mayor tamaño de España.
Más motivos de preocupación habrá en Ferraz. Pedro Sánchez ha convertido su presencia en la campaña en una noria en función de los sondeos y lo cierto es que el segundo gran derrotado de la noche, tras Ciudadanos, casi finiquitado, es Luis Tudanca. Pierde la condición de fuerza más votada y se deja media docena de procuradores. Su derrota es también la de Sánchez, que llegaba lanzado a la cita electoral, con presupuestos, reforma laboral «chulísima» y subida del salario mínimo en la mochila. La estrategia de los del puño y la rosa también deberá cambiar en el segundo tramo de la legislatura.
Donde no habrá modificaciones es en la hoja de ruta de Vox. Santiago Abascal y sus pretorianos no se complican: todo está mal y es culpa de los socialcomunistas y de la derechita cobarde. En Castilla y León han conjurado el peligro de la España Vaciada y siguen consolidando su espacio del 15 % de los votos que hace imprescindible al partido en futuras alianzas de gobierno.
Y también emerge, aunque con menos fuerza de la prevista, ese espacio de reivindicación localista de los partidos provinciales. Solo Soria Ya ha dado el salto, pero el camino sigue abierto. La izquierda ha sido ahora su víctima. ¿Seguirá siendo así?