El PP se encuentra ante una encrucijada. Tendrá que decidir si pacta o no con Vox en Castilla y León. Una decisión que no es moral, sino política. En esa clave es en la que tendrá que hilar fino. Pero en una cosa tiene razón la presidenta madrileña, Isabel Díaz Ayuso. Sea cual sea la decisión que tome, deberá adoptarla sin importarle lo que opine la izquierda de sus pactos.
Obviamente, la mejor opción para el PP sería poder gobernar en solitario sin pactar con Vox. Pero Pablo Casado se equivoca al rechazar cualquier posibilidad de llegar a acuerdos con Santiago Abascal, hasta hace poco militante de su partido. Mantener esa posición, no ahora, sino de cara al futuro, supondría aceptar el desvergonzado discurso de Pedro Sánchez, que se resume en establecer que el PP no podrá pactar nunca con su único posible aliado, mientras que él podrá pactar y aceptar siempre los votos de cualquiera, incluido Vox, gracias al que aprobó el decreto de los fondos europeos.
La propuesta de que el PP renuncie para siempre a cualquier acuerdo con Vox resulta más obscena por proceder de quien carece de toda autoridad moral para ello, porque gobierna en coalición con un partido populista radical y pacta con quienes han dado un golpe y con los herederos de la banda terrorista ETA. La Guardia Civil ha desvelado incluso que mensajes de miembros de este Gobierno acababan en el móvil del etarra Antonio López Ruiz, Kubati, condenado a 1.210 años de cárcel por 13 asesinatos consumados y 16 frustrados.
Casado se equivoca al equiparar los «radicalismos y populismos» de Vox con los de los socios de Sánchez. Porque, que se sepa, e independientemente de lo que se opine de sus planteamientos, ningún dirigente de Vox ha asesinado ni ha secuestrado a nadie, ni ha dado un golpe. Casado se deja enredar por el discurso falaz de Sánchez, que afirma que ningún partido en Europa pactaría con una fuerza como Vox ni aceptaría sus votos. Algo mil veces repetido, pero falso.
Ni Vox es nazi, ni relativiza el holocausto, que es lo que hacen los partidos a los que se les aplica un cordón sanitario. Y, pese al mantra de la izquierda, en Europa ha habido muchos pactos con partidos similares a Vox. En Austria, Sebastián Kurz gobernó con el FPÖ. El holandés Mark Rutte fue primer ministro pactando con el Partido por la Libertad. En Finlandia, Juha Sipilä gobernó con el Partido de los Finlandeses. En Estonia, Jüri Ratas hizo una coalición con el Partido Popular Conservador de Estonia. En Italia, Berlusconi gobernó con la Liga Norte y hasta Draghi tiene ministros de la Liga. El belga Charles Michel gobernó con el N-VA. En Noruega, Erna Solberg lo hizo con el Partido del Progreso. Hay más.
Lo que es insólito en Europa es un Gobierno con ministros que se declaran comunistas y ensalzan a Castro, cuando en septiembre del 2019 la UE condenó expresamente el comunismo al mismo nivel que el nazismo; o que pacte con golpistas y defensores de terroristas. Piénsese bien Casado lo que va a hacer. Pero no acepte lecciones de moral de quien carece de ella.