Con la invasión de Ucrania, con la que nadie contaba, Vladimir Putin le acaba de declarar la guerra al resto del mundo. La maldad evidente de EE.UU., la lucha contra el imperialismo, el nazismo, las ansias expansivas de Occidente, el incumplimiento de pactos y el maltrato histórico sufrido por el pueblo ruso sirven para justificar el delirio de un dirigente para el que Ucrania es solo el primer paso de su premeditado y estudiado plan.
Y el plan lo expuso en su discurso del lunes, en el que justificó el reconocimiento de las repúblicas de Donetsk y Lugansk, en el este de Ucrania, un invento de los comunistas, convertido en ariete contra Rusia, según dijo. Pero lo trascendental es que hizo una revisión de la historia de Rusia en el último siglo. «La Ucrania contemporánea ha sido enteramente creada por la Rusia comunista bolchevique», aseguró. Según él, Lenin cometió el error de crear un estado federado con divisiones administrativas arbitrarias transfiriéndole inmensos territorios y poblaciones rusas históricas. Y lo que es peor: «Les da a esas repúblicas el derecho a salir del Estado unificado sin la mínima condición».
Ahí radica el inicio del problema que continúa con errores estratégicos históricos como la desintegración de la URSS. Errores que el actual tirano soviético está dispuesto a solucionar, como acostumbra. Por las bravas. Porque desconoce cualquier otra fórmula de hacerlo.
El primer paso lo dio en Chechenia, continuó en Georgia y en el 2014 cuando se anexionó unilateralmente Crimea, cedido en 1954 por Stalin a Ucrania. Las amenazas, protestas y sanciones de Occidente no sirvieron para rebajar ni uno de los 14.000 muertos que el conflicto deja desde entonces. Y, vistas las nulas consecuencias, ahora comienza una nueva fase de sus ansias expansivas.
Volver a las fronteras anteriores a 1997. Refundar Rusia y Europa. Instaurar nuevos liderazgos. Acabar con la actividad militar de la OTAN en Europa oriental. Retirar las unidades de combate de Polonia y repúblicas bálticas.
En definitiva, crear un nuevo orden mundial. Ese es el plan del moderno zar ruso, que conocen hasta los parvulitos. Luego no digamos que no nos lo dijo. Otra cosa es que nos queramos enterar. Que por lo visto, no.