
Cuando el proceso de reestructuración del Partido Popular haya llegado a su fin, Feijoo se encontrará con que todos los dinosaurios siguen ahí. Todos los grandes problemas y todos los rubicones que tiene que cruzar el PP estarán esperando a que el líder gallego inicie la reconstrucción, tanto orgánica como ideológica.
Porque Alberto Núñez Feijoo tiene una tarea de titanes al frente de un PP destruido, desprestigiado y desnortado. Hay que estar muy seguro de uno mismo, ser valiente (o temerario) y ambicioso para meterse en un proyecto como el que está a punto de comenzar quien ha gobernado Galicia durante 13 años con una placidez que ya no se da en la política española. Precisamente, de esa placidez ha hecho una imagen de marca. La idea de que en Galicia reina la normalidad y el sentido común, de que aquí no hay grandes líos y que los gallegos viven amparados en una estabilidad a prueba de bombas ha retroalimentado su discurso legislatura a legislatura.
Esa estabilidad es lo que ahora mismo no tiene el PP. El todavía presidente de Galicia se va a encontrar una formación cogida con alfileres, arrinconada por la derecha por Vox y sometida por la izquierda por la mayoría Frankenstein. Pero, sobre todo, se va a encontrar un libro por escribir en el que tiene tres asuntos principales que abordar.
El primero de ellos es cuál va a ser su política con respecto al partido de Abascal. Si de algo ha presumido Feijoo en Galicia es de no hacer pactos —no lo ha necesitado— con Vox. El de Os Peares ha sido atacado por los radicales, quienes lo consideran una especie extraña de nacionalista que impone la lengua gallega y que poco menos que está intentando destruir al castellano. Al mismo tiempo, Feijoo ha menospreciado desde siempre a Vox, al que considera un partido ultra que lleva el ruido allá donde va, pero que tras su paso no deja ninguna nuez. Cree que el puesto del PP está en la centralidad, que la única manera de ser alternativa de Gobierno se halla en la moderación.
Pero la situación que rodea a los populares es diabólica, con muy pocas opciones de gobernar ninguna institución si no suma fuerzas con Vox. Castilla y León es el ejemplo más claro e inmediato de la encrucijada en la que está inmerso el PP. Todos esperan a que Feijoo siente cátedra en este asunto y se preguntan si será capaz de ser fiel a sí mismo o cederá ante la necesidad de tocar poder con rapidez.
Otra cuestión es Ayuso. Las circunstancias han propiciado que la presidenta de Madrid no dirima la batalla por el PP ahora mismo. Pero si sale bien librada del contrato de su hermano acabará volviendo a guerrear por ser la única lideresa. ¿Está dispuesto Feijoo a luchar también esta batalla?
Y la tercera, la herencia que deja en la Xunta. Tiene muy poco tiempo para ordenarla. Galicia le ha dado todo a Feijoo y se merece que él le dedique el tiempo y la sabiduría necesaria para dejarla encarrilada. Pero es cierto que su marcha a Madrid compromete la continuidad del PP en la Xunta.