En medio del desastre, resuena una frase en la televisión que descoloca: «Putin nos ha hecho un favor». Y sí, tiene razón el analista que destripa la sinrazón de esta guerra. No hay lado bueno en un conflicto, pero sí emerge una esperanza cuando por primera vez en la historia reciente Europa se mantiene unida. No hay rastro de la desvergüenza que supuso la guerra de la antigua Yugoslavia cuando el terror disparó aquí al lado y Europa se lavó las manos. Es solo una migaja de optimismo alrededor del sufrimiento. Pero una siente que Europa podría hacer mucho más, si piensa en lo que sucedería si nos hubiera pasado a nosotros. ¿Qué sentiríamos si nos dejaran a nuestra suerte? ¿Qué pensaríamos si viésemos de un día para otro cómo nuestro mundo se desmorona, se destruye, desaparece? ¿Qué pensaríamos de unos vecinos que nos observan unidos mientras nos matan? En menos de una semana, los cadávares se acumulan, los búnkeres están llenos de gente muerta de frío, los hospitales amanecen sin medicamentos... Es la imagen del horror, la devastación, la muerte. Es lo que viven los ucranianos, que se ven obligados a huir cuando en realidad deberíamos ir a buscarlos. Los ucranianos son ahora esos judíos que se vieron señalados mientras el resto del mundo miraba para otro lado porque a ellos nos les tocaba. Ojalá no sea tarde. Ojalá que «los que matan se mueran de miedo».