Fronteras problemáticas

Carlos G. Reigosa
Carlos G. Reigosa QUERIDO MUNDO

OPINIÓN

Roman Pilipey

28 mar 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

Estamos en un mundo con problemas de fronteras, que suelen ser a la postre los más endiablados. Recuérdense las desapariciones del Imperio Otomano y Austria-Hungría, de la Unión Soviética y de otros muchos «imperios» anteriores.

La historia demuestra que improvisar o imponer arbitrariamente fronteras es fácil, pero luego, con el paso del tiempo, es muy difícil mantenerlas. Muchos siglos ilustran sobre estas situaciones, que suelen acabar mal. Porque los vencedores casi siempre se sobrepasan en sus imposiciones, y los vencidos no cejan en el empeño de conseguir la revancha.

El ensayista y narrador inglés Aldous Huxley, que vivió las dos guerras mundiales del siglo XX, lo expresó con claridad en frase sutilmente redundante: «Quizá la más grande lección de la historia es que nadie aprendió las lecciones de la historia».

Muchos siglos antes, el historiador y militar ateniense Tucídides, autor de una Historia de la guerra del Peloponeso que enfrentó en el siglo V antes de Cristo a Esparta y Atenas, había sentenciado que «la historia es un incesante volver a empezar».

Y es que la historia no ha dejado de repetirse, de uno u otro modo, desde sus más remotos orígenes. Exactamente por todo lo explicado hasta el momento, asombra —y mucho— que los seres humanos sigamos engarzando episodios bélicos y confrontaciones armadas sin cuento, conscientes de que casi siempre una victoria suele ser, antes o después, la madre de una revancha.

Y en la base de todo ello suele estar un problema llamado fronteras impuestas: los límites que un buen día fija el vencedor sobre el vencido, y que luego este busca revertir tan pronto como sea posible.

Podría haberme ceñido a hablar en este artículo de Ucrania, Rusia, China, la Unión Europea, la OTAN, etcétera, pero no sería capaz de arrojar ninguna luz. Porque la luz, sea la que sea y provenga de donde provenga, será una imposición, aún en el caso de que figure como un acuerdo.

La historia, por lo que hemos constatado hasta este momento, no dejará de manifestarse como lo que es: un pulso en el que hay vencedores y vencidos… Y que luego será escrita por los ganadores, que ofrecerán una versión interesada que puede estar en la base misma de alguna futura contienda que llevará el nombre del ahora perdedor… ¡Pobre Ucrania!