El bofetón que Will Smith le pegó a Chris Rock en la gala de los Óscar no soporta excusas. No importa que fuese el resultado de no poder aguantar una broma de mal gusto contra su mujer, que sufre alopecia (por cierto, pese al rape de pelo está guapísima) a causa de una enfermedad autoinmune. Smith pidió perdón al bromista y este, al menos de momento, calla. ¿No tendría que excusarse él también por su chiste de mal gusto?
La escena es una más de la vida misma, y se repite y repite de una manera u otra en cualquier momento y lugar. Alguien, en su papel de protagonista, abusa (a través del lenguaje) de un espectador y, sin embargo, sale de rositas, convirtiéndose incluso en la víctima. En política pasa lo mismo. Pedro Sánchez presenta un plan de choque con el que nos pega a todos (eso sí, a unos más que a otros) un puñetazo económico en la mandíbula de, al menos, más de 16.000 millones, que habrá que pagar euro a euro con impuestos, deuda pública y más pobreza. Para colmo, su diseño está cargado de desequilibrios sociales. Pero el presidente quiere, como Rock, que todos le riamos la gracia y él siga de guapo galán. No va a poder ser.