¿Vamos a poner fin a la raza humana?

Eva Díaz PROFESORA DE FILOSOFÍA Y PERIODISTA

OPINIÓN

RUSSIAN DEFENCE MINISTRY

31 mar 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

¿Hemos aprendido algo de las dos grandes contiendas que destruyeron Europa en el pasado siglo? Parece que no. Finalizada la Segunda Guerra Mundial, las principales naciones europeas alcanzaron el compromiso de no volver a enfrentarse y comenzaron un proceso de desarme, conscientes de los efectos devastadores de unas bombas capaces de acabar no con el adversario, sino con toda la humanidad.

Fue en aquel momento cuando el eminente filósofo Bertrand Rusell y el físico Albert Einstein, dos mentes privilegiadas del siglo XX, publicaron un manifiesto instando a una solución pacífica de los conflictos internacionales y en contra de las armas nucleares. En él decían: «Todos por igual están en peligro y, si se entiende el peligro, hay esperanza de que colectivamente podamos evitarlo. Tenemos que aprender a pensar de una nueva manera. Aquí está, pues, el problema que os presentamos, crudo, espantoso e ineludible: ¿vamos a poner fin a la raza humana o renunciará la humanidad a la guerra?».

La invasión de Ucrania por Putin obliga de nuevo a las naciones europeas y a EE.UU. a elegir entre civilización y barbarie. Si hemos aprendido algo del pasado y creemos firmemente en los valores garantes de la prosperidad y del bienestar de Occidente forjados durante décadas, no podemos ni debemos seguirle el juego a Rusia, un país totalitario, dirigido con mano de hierro, que utiliza la mentira y el terror como principales instrumentos de poder.

No, la guerra no es la continuación de la política por otros medios, como estableció Carl von Clausewitz en el siglo XIX, la guerra es la claudicación de la racionalidad y el triunfo de la muerte, no la de los enemigos, sino de la misma raza humana.

Es inadmisible que un país invada otro, mate a sus ciudadanos y se apodere de sus instituciones; pero, ¿es la batalla el único medio que tenemos a nuestro alcance para acabar con el imperialismo del terror? ¿Queremos millones de cuerpos mutilados, tanques y soldados por nuestras calles, aviones de combate surcando el cielo, mientras nos escondemos bajo tierra para que las bombas no descuarticen a nuestros hijos o a nuestros ancianos padres?

La legitimidad de nuestras instituciones, la sociedad que hemos construido sobre las ruinas de Europa, no puede ser defendida con las armas porque si lo hacemos habremos soterrado definitivamente los valores de Occidente; la libertad, la igualdad, el imperio de la ley, el constitucionalismo, los derechos humanos, la racionalidad, la paz… ¿En qué nos diferenciaremos entonces de Putin?

¡Hagan algo, señores políticos, pero que no sea la guerra! Escuchen la voz de los filósofos. Los de ahora y, sobre todo, los de antes, que hablaban más alto y claro.