Desde que se supo que Núñez Feijoo iba a liderar el futuro Partido Popular, de todos los rincones del país comenzaron a llegarle consejos sobre las tareas a realizar. Sacar al partido de su situación traumática, llevar a los populares a la Moncloa, anular las ansias de Díaz Ayuso, recuperar a muchos de los apartados por Casado, alejarse del facherío y unificar los mensajes son algunos de los cometidos marcados.
Puede que todos los deberes asignados sean de gran importancia para el futuro del PP y de Feijoo. Pero los ciudadanos, también los que vivimos muy alejados de esta formación política, entendemos que la gran tarea del nuevo timonel popular es otra, bastante más práctica y de vital trascendencia para nuestro futuro. Recuperar la oposición parlamentaria que los españoles perdimos en los últimos tiempos. Rescatar el rigor, el sosiego y el sentido común. Volver al debate político de altura y acabar con la crispación y el enfrentamiento.
Porque ni Pablo Casado, ni el PP por él dirigido, van a pasar a la historia como un partido que actuó con la responsabilidad exigible. Ni en los peores tiempos. No es necesario volver a recordar su papel en la lucha contra la pandemia, la gira europea para que España no accediera a los fondos europeos. Ni sus continuos errores y carencias, ni las deslealtades permanentes, que acabaron por pasarle factura. El PP de Casado ha sido un fiasco para el propio partido y también para este país. Por cierto, fracaso que ahora denuncian quienes entonces lo apoyaban entusiásticamente.
Por eso la gran tarea, la imprescindible, de Núñez Feijoo en el camino que inicia al frente de los populares es recuperar, pese al estilo de Cuca Gamarra, la oposición sensata. Convertirla en el contrapeso que marque al Ejecutivo. Que contribuya a la gobernabilidad del país; eso sí, criticando, fiscalizando al Ejecutivo y aportando propuestas. Sin recurrir continuamente a jueces y fiscales. Acabando con las trifulcas.
El desde hoy responsable popular ha asegurado que comienza un tiempo nuevo en el PP. Se hace imprescindible porque, después de lo vivido, nuestra salud democrática necesita asistencia urgente.