La nueva ley educativa, la Lomloe, es polémica por tres razones: porque se ha hecho sin acuerdo PSOE-PP, un absurdo más en la competición política de la educación; porque se implanta a toda prisa, con currículos como el de bachillerato aprobados esta semana y que se aplicarán en septiembre; pero, lo que es más importante, porque pone sobre la mesa la cuestión de qué es la ESO.
Los que tenemos cierta edad asociamos la ESO al BUP, pero nada más lejos de la realidad. La ESO es la EGB y esta ley la diseña como tal. Igual que no nos planteamos que un niño de 11 años deba dejar la escuela porque no quiere ir, tampoco debemos hacerlo antes de los 16. Así de sencillo.
Una de las críticas más repetidas a la Lomloe es su supuesto «facilismo», contrario a la cultura del esfuerzo. ¿Qué es eso? ¿Lo que hay hoy? La Lomce (la ley Wert) dividió a los alumnos que van al instituto —porque por ley no pueden dejar de hacerlo— en dos categorías: los «normales» y los «otros». Es decir, gente que tenía problemas y o bien acababa en FP básica (una opción excelente si funciona bien) o en PMAR, una suerte de pelotón de los torpes que busca la máxima eficiencia de los recursos, además de apartar a los estudiantes molestos del aula de los «normales». Por cierto, entre los «otros» apenas hay niños de clase acomodada.
Para entender la Lomloe, pensemos en infantil. En esta etapa los niños aprenden cosas increíbles, y padres y abuelos nos pasmamos ante una cría de cuatro años que reconoce un cuadro de Van Gogh, sabe el ciclo del agua y canta en inglés. Pero además también se quita y pone el abrigo, está callada un rato, obedece (¡milagro!) y va al baño sola... ¿Tiene cultura del esfuerzo? Porque en clase ha estado jugando, divirtiéndose y moviéndose. De esta etapa los niños salen con los conocimientos exigidos, excepto a los que se les ha detectado alguna necesidad, para quienes se adapta el aprendizaje y siguen en su clase. ¿Por qué no puede ser igual hasta los 16 años? Necesitamos más espíritu de infantil en la etapa obligatoria, porque ese espíritu no les infantiliza, les motiva para aprender. Infantilizarlos es, quizás, comprarles cosas antes de que las pidan, hacerlo todo por ellos (incluso la cama) y ocultarles su realidad. Y eso no lo propone la Lomloe.