Si Madrid no tuviese impuestos, como quieren algunos, sería Cospaia. Cospaia no fue una utopía o una distopía, una comunidad ficticia, sino que fue una pequeña república capitalista durante casi 400 años. Se trata de un modelo histórico para los anarco-libertarios de derechas. Nació de casualidad, cuando una disputa por propiedades papales y ducales se zanjó con el trazado del límite en un río equivocado, dejándola en tierra de nadie, lo que aprovecharon ipso facto sus habitantes para ejercer un supuesto derecho de autodeterminación y declararse independientes (1440); así estuvieron hasta que decidieron integrarse en los Estados Pontificios. Había el apoyo de la mayoría social y había que aprovechar los costes de oportunidad.
Cospaia vivió del tabaco. En el resto de Italia estaba prohibido fabricarlo y el Vaticano prohibía fumarlo, así que se convirtió en un bien de consumo codiciado porque satisfacía un vicio condenado. Como buenos libertarios de derechas, en Cospaia se preocuparon por la economía de los individuos, no por la salud de la colectividad. Como eran los más liberales, eliminaron los impuestos, salvo una cuota por ser miembros del consejo de ancianos y jefes de familia, órgano que se reunía en la iglesia, presidido por el cura y uno de los de la familia más influyente, para decidir sobre socios y negocios.
Gracias a la anarquía aparente, controlada en el plano político y descontrolada en el plano tributario, todos sacaban beneficios. No era un paraíso fiscal al uso pero atraía empresas. Algunos dirán que era un refugio para empresarios dinámicos; otros dirán que era un refugio para contrabandistas espabilados. Bajo el sol de la Toscana no había cárcel porque no había delincuencia, y no había delincuencia porque no había concepto de delito. Cospaia era un triángulo con vértices en el mercado libre, el vacío impositivo y el localismo de conveniencia. Si Madrid fuese Cospaia, tendría menos gobernantes, menos impuestos, más comisionistas, más sol y más tabaco.