«No han entendido nada». Esta frase se la oía decir a su abuela, Renilde Montessori, la nieta de la mujer que revolucionó a finales del siglo XIX la manera de concebir la educación.
María Montessori pasó su vida luchando contra la incomprensión. Tuvo que vencer muchas dificultades hasta poder llegar a ser la primera mujer médico de Italia, dar a conocer sus métodos educativos que rechazaban el estilo dominante de la época.
Las ideas que defendía tuvieron que enfrentarse con el mismo Mussolini, ya que las escuelas precisaban de infraestructuras y esto dependía también de la política.
Vivió las dos Guerras Mundiales y el inicio de la Guerra Civil española —durante unos años residió en Barcelona—. La medicina debía ir de la mano de la pedagogía y consideraba que la ciencia estaba necesitada de imaginación, no solamente de lógica sino también de belleza y poesía. Rechazaba el castigo y la recompensa.
Lo más difícil era comunicar lo esencial de su filosofía educativa que combinaba los aspectos científicos, pragmáticos, y a la vez místicos, en los que ella creía.
No había religión o ideología capaz de entenderla a ella que se consideraba a sí misma la portadora de una revelación.
Cuando viajó a la India respiró mejor. Allí estableció relación con Mahatma Gandhi y con Rabindranath Tagore quien fundó una escuela en la que se educó Indira Gandhi, la primera mujer que llegó a gobernar en el país.
El hinduismo parecía abarcar mejor la misión que María tenía que cumplir, quizá porque las maneras de concebir al ser humano en Occidente están dominadas por la racionalidad y la transmisión de conocimientos y ella buscaba, sobre todo, la creatividad, la libertad, la paz y una cierta iluminación acrecentada a través de las generaciones.
María Montessori se sentía incomprendida; su trabajo era de índole espiritual. Ella creía que cada ser vivo cumple una misión en el universo. No estaba en juego ninguna religión o filosofía, sino el espíritu cósmico en el que se esconde el milagro de la vida y que cada niño alberga en su interior como la potencia infinita capaz de englobar al Todo.
Los conflictos sociales los debían resolver los políticos pero la paz en el mundo solo se lograría por medio de la educación.
Fue candidata en 1949 y en dos ocasiones más al Premio Nobel de la Paz, pero no lo consiguió. Tal vez había demasiados hombres pululando por los alrededores y lo que alcanzaron a comprender mejor es que María Montessori era, ni más ni menos, una mujer.