Las buenas relaciones con el vecino del norte se mantendrán independientemente de quién entre en el Elíseo, pero una victoria de Le Pen podría dinamitar la unidad europea.
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España y Francia mantienen desde hace muchos años unas excelentes relaciones que, a juicio de los analistas, no quedarán en entredicho por una hipotética victoria de la extrema derecha en la segunda vuelta de los comicios presidenciales. Parece difícil que Marine Le Pen consiga vencer este domingo a Macron, lo que supondría un golpe a la unidad de la estrategia comunitaria de la que forma parte nuestro país; pero, incluso aunque no sea finalmente la nueva inquilina del palacio del Elíseo, será relevante ver cuánto consigue penetrar entre el electorado de centro, ya que podría indicar el camino a seguir por Vox y Santiago Abascal.
Una alianza buena y necesaria que no peligra
Lo habitual, desde hace tiempo, es que lo que sucede en Francia, y sobre todo cuando tienen lugar elecciones presidenciales, repercuta en la política española no solo interna, sino también en los alineamientos de nuestra política exterior. Sería ingenuo y despreocupado prescindir del devenir de la política francesa y de su impacto en la realidad española. Al menos, por dos razones. La primera, porque existe una tradicional relación bilateral entre España y Francia que, con toda seguridad, constituye un vínculo singular. Superados algunos recelos históricos, incluso los más recientes como la escasa cooperación en la lucha contra el terrorismo que recibió España por parte de las autoridades de París en los años posteriores a la Transición, se ha llegado a una profunda ligazón entre los dos países y entre sus pueblos. En la actualidad existe una común visión positiva a ambos lados de la frontera. La segunda, porque el futuro franco-español se decide claramente en la Unión Europea, espacio en el que los dos países han acordado una estrecha y sólida colaboración. Así, no parece que sería indiferente el triunfo hoy de uno u otro de los dos candidatos en la segunda vuelta de las elecciones a la Presidencia en Francia. Ello derivaría de los contenidos de las dos opciones en disputa, en especial en lo que se refiere a los postulados en relación con la integración europea. Cualquier aproximación a las premisas que defiende el actual presidente, Emmanuel Macron, prueba que son radicalmente diferentes a las que sostiene la candidata Marine Le Pen. Todo hace presagiar que esta última podría poner en jaque la unión entre los europeos y hacer tambalear las bases que tradicionalmente han sustentado la integración. No parece, sin embargo, que este fuera el caso por lo que se refiere a las relaciones puramente bilaterales, salvo que se le quisiera dar una importancia capital a las extensas distancias ideológicas entre el actual Gobierno español y las posiciones de la líder de Agrupación Nacional. Será, por lo tanto, la cuestión europea en toda su intensidad lo que resonará con preocupación en la relación entre España y Francia. Pero esto no sería un asunto que afectaría solo a nuestro país, sino que se verían involucrados todos los Estados miembros de la Unión. La lógica anuncia que, finalmente, el triunfo se decantará por las tesis de Macron. Aunque no fuera así, lo que es improbable, sería un error pensar de manera lineal y asegurar que Le Pen haría saltar por los aires los estrechos vínculos entre Francia y España. Parece difícil que, al menos en poco tiempo, la candidata Le Pen dinamite lo que ahora une a dos sociedades que tienen mucho más en común que diferencias. La situación es distinta en perspectiva europea, puesto que solo la victoria de Macron introduciría componentes de tranquilidad, al ser claramente europeísta. Pero, desde la perspectiva francesa, España es un buen y necesario aliado, y, desde la óptica española, nuestra política exterior no puede ignorar en modo alguno la realidad francesa. Francia siempre está en el corazón de la evolución política en España.
Abascal, pendiente de si Le Pen pesca votos de centro
El debate entre Marine Le Pen y Emmanuel Macron ha resultado intrascendente para el resultado de las elecciones de hoy. Ninguno de los dos ha sido capaz de deshacerse de sus fantasmas, de mostrar una faz diferente a la previamente caracterizada por los electores, ninguno de ellos ha resuelto las contradicciones a las que han llegado en esta carrera electoral que el sistema francés ha reconducido a estos dos finalistas.
Y mientras los expertos se muestran favorables a la victoria de uno u otro según las propias inclinaciones de su expertise, lo cierto es que los franceses han vuelto a ver al Macron arrogante y sobreactuado que despierta las antipatías de tantos ciudadanos, que centra la política europea en el eje franco alemán y al que le cuesta conectar con el sentimiento patriótico francés; mientras Le Pen, que ha cambiado la crispación por la sonrisa permanente, sigue mostrándose incapaz de resolver la contradicción entre su extremismo y su estrategia centrípeta.
Ahí es donde reside la mayor novedad de esta campaña, y seguramente donde se están mirando todas las extremas derechas de Europa. Le Pen ha ido a estas elecciones sin renunciar a sus principios, pero cambiando el formato y la performance, mirando al centro; y a lo largo del debate del pasado miércoles mostró ganas de abandonar sus posiciones y se refugió en esa eterna sonrisa de circunstancias cada vez que se encontraba sin salida.
Le Pen sabe que nunca será presidenta de Francia mientras no llegue a ciudadanos centrados; como lo sabe Abascal. Pero, mientras este puede jugar simplemente a entrar en el Gobierno, como en Castilla y León, el sistema electoral francés obliga a Le Pen a jugárselo a todo o nada. Y en ese juego, Le Pen ha hecho un esfuerzo por romper el cordón sanitario al que la han sometido el resto de los partidos franceses. El problema de Le Pen, como será el de Abascal, es que tanto tiempo atada al extremo hace increíbles sus esfuerzos de moderación, y llega el punto en que no le sale renunciar a sí misma, y entonces sonríe.
La extrema derecha se ha fortalecido en Europa. Si Abascal quisiera ser presidente de España, seguramente tendría que estar analizando los anclajes de Le Pen que le están impidiendo ahora competir por el votante centrado. Y empezar a prescindir de ciertos elementos que allanarían la normalización de Vox y le facilitarían mucho el camino a Feijoo; pero seguramente eso también le impediría distinguirse del PP y crecer al ritmo que lo ha hecho.
Según todas las encuestas, ganará Macron, pero eso no es importante; lo importante es cuánto consigue penetrar Le Pen en los votantes centrados; hasta dónde ha sido creíble su viaje y si este es un camino viable para el resto de la extrema derecha de Europa, incluida la española. Y mientras, Abascal y Feijoo, miran a Francia.
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