
Esta semana, la revista Frontiers of Pharmacology publicaba los resultados de un trabajo realizado por el grupo de investigación del hospital Álvaro Cunqueiro de Vigo, dirigido por el doctor, amigo y colega José Manuel Olivares, sobre la utilización del carbonato de litio en el tratamiento del covid-19; resultados que, si bien se obtienen con una muestra que habrá que ampliar, resultan alentadores y sorprendentes, como todo lo concerniente a los efectos de esta sal en el organismo.
El litio es un fármaco polivalente, imprescindible como antimaníaco, reforzador de los efectos antidepresivos de algunos medicamentos y de eficacia demostrada para prevenir nuevas crisis en el trastorno bipolar.
Su eficacia no viene de ahora, Areteo de Capadocia (siglo II d. C.) fue el primero en observar y en ocurrírsele la idea de que aquellos episodios cíclicos y tan distintos que presentaban algunos ciudadanos, que ora presentaban fuego (la manía) ora cenizas (la depresión), eran dos caras de una misma moneda: el hoy llamado trastorno bipolar.
Areteo también recomendó tomar determinadas aguas con fama de benéficas para estos enfermos que no eran sino aguas litiadas. El litio como elemento químico no se aisló hasta 1817 y su utilización en los cuadros bipolares se la debemos a una serendipia del psiquiatra australiano John Cade, allá por el 1948.
Otro psiquiatra danés, Mogens Schou, fue quien, veinte años después de Cade, demostró su eficacia con un trabajo que fue muy criticado porque no tenía grupo de control y no estaba hecho a doble ciego, desatando una agria polémica entre los psiquiatras que solo el litio acalló, demostrando una y otra vez su eficacia (aunque aún desconozcamos su exacto mecanismo de acción).
El litio es un fármaco (junto con el sodio, el calcio o el potasio) que procede de la química inorgánica, frente al resto de los fármacos sintéticos usados en la actualidad, que proceden de la química orgánica. Piense el lector que solo los fármacos sintéticos pueden patentarse y, por tanto, producir beneficios, lo que hace muy difícil que se investigue con sales minerales, algo que otorga aún más mérito a la investigación del grupo de Olivares, porque, habitualmente, lo que no produce beneficios no interesa o no se investiga. El litio disminuyó su uso no por falta de eficacia sino por ser muy barato.
El carbonato de litio es un fármaco que a dosis altas resulta tóxico para el riñón o la tiroides y está contraindicado durante el embarazo, por lo que debe monitorizarse y ajustar su dosificación de forma individualizada.
La noticia publicada en La Voz tenía algunos comentarios sublimes: «Pues os lo tomáis vosotros con unas cañas» o «vale, pues voy a llevar una pila de litio en el bolsillo para darle de vez en cuando unos lametazos». La ignorancia no solo es atrevida, es una pena.