Cantidad y calidad son las dos variables que las plataformas de streaming ponen en la balanza hasta encontrar el equilibrio más rentable. El tiempo dirá quién vende más y quién sobrevive mejor en un sistema de entretenimiento que renovó las costumbres y silenció a la piratería, pero que empieza a entrar en una nueva etapa más competitiva y difusa. Después de la novedad y de la burbuja generada por el confinamiento, el público ya sabe que con cada suscripción está comprando un gran número de contenidos que jamás llegará a ver. La fidelidad a una marca ya no es un valor en alza.
Netflix vivió hace dos semanas horas aciagas cuando certificó el adiós de 200.000 suscriptores en el primer trimestre del año y tuvo que afrontar la hecatombe en bolsa que llegó a continuación. En esos mismos tres meses, HBO y HBO Max sumaron tres millones de usuarios. Lo más cómodo es pensar en términos de calidad y prestigio, pero las cifras de los dos servicios no son comparables. Netflix es un negocio maduro. Como líder del mercado con más de 220 millones de usuarios, su objetivo no es ganar clientes, sino retenerlos manteniendo su esencia de estrenos continuos. HBO está en una pantalla anterior. Las campañas de promoción impulsadas cuando cambió a HBO Max contribuyeron a su despegue. El futuro está por escribir.