Alcaraz y su tenis: determinación y planificación
OPINIÓN
No hay duda de que Alcaraz es el nombre de moda. Aunque puede parecer uno de esos frutos repentinos, su carrera hasta explotar como lo está haciendo —de ser el número 491 al 141 del ránking de la ATP en 2020 a pesar de la pandemia, y del 120 al 6 en los últimos 12 meses—, se ha labrado peldaño a peldaño. Es cierto que hace mucho tiempo, tal vez desde la irrupción de Rafa Nadal, no se veía en el circuito una entrada tan meteórica, tan apabullante. Alguien llamado a ser el heredero de las figuras en declive, que parece sacar la cabeza por encima de las dubitativas figuras que se estaban postulando sin acabar de decidirse.
En mi opinión, tiene la fortuna de contar con un equipo sólido y sensato a su lado, que ha ido midiendo su progresión y templando sus ganas para evitar que se convirtiese en otro de los juguetes rotos del circuito de tenis. Además, ha sido afortunado con las lesiones, y disfruta de ese momento mágico en el que las capacidades le permiten ganar o, al menos, medirse de tú a tú, con casi cualquier rival, a la vez que los retazos de la inconsciencia de la juventud lo alientan para permitirse alegrías en la pista y disfrutar del juego, desconcertando de paso a sus contrarios. En este momento, es un jugador agresivo, que rezuma frescura, que —frente a la monotonía de los sacadores— es un jugador completo pero que disfruta del ataque y, a la vez, uno de los que mayor número de dejadas hace por partido, y tiene al público de cualquier estadio comiendo de su mano.
Por supuesto que esto no habría sido posible sin su enorme talento, de la suerte de poder entrenar con un hombre tranquilo, como Juan Carlos Ferrero, sin tener que desligarse de su ambiente familiar, de su entorno y de sus amigos, con los que —como él reconoce— «vuelve a ser un chaval normal de su edad». Pero tampoco sin una planificación meticulosa, de la que no está alejada la decisión que tomó en el 2016 la Federación Española de Tenis de promover a los jóvenes con un plan que ha multiplicado el número de torneos ITF (que sustituyeron a los Futures) y ATP-Challengers, que les permite obtener puntos (que, no olvidemos, luego serán vitales para entrar en el siguiente nivel de competición y en los torneos del circuito profesional) sin salir de España y por ello, con muchos menos gastos y menos trastorno de sus vidas familiares y escolares. Así, se pasó de 6 torneos junior en el 2016 a los 15 actuales (lo que sitúa a España entre los 4 países del mundo con mayor número de ellos) y de los 5 Futures de aquel año a 52 ITF actuales. Como suele suceder, para alcanzar el éxito en el deporte es necesaria una gran aptitud y una enorme dosis de talento, pero también una actitud decidida del jugador y su entorno, que no quiera obtener éxitos demasiado pronto, y el apoyo de un mecanismo federativo que apueste por una planificación global y que tampoco busque resultados inmediatos. Y por si eso fuera poco, que las lesiones respeten al jugador. Que aunque los equipos médicos estemos a su lado, la mejor lesión es la que no se tiene.