
Los mitos son eternos. Por tal motivo escribo el título de esta columna en presente. Porque Pegaso existe y existirá en el imaginario colectivo como, indudablemente, el caballo más prodigioso de las edades y los siglos. Fue el primer équido que habitó entre los dioses. Su amo, Zeus, patrón del cielo y de la tierra. La iconografía suele representar a Pegaso en blanco y negro, con alas, cabalgando por el éter como si pisase una verde campiña sajona. Un prodigio, he dicho. Tanto como el caso que desde hace una semana subyuga a la política española. En vez de hablar del precio de la luz, la gente habla de Pegaso. O Pegasus, que es un programa que infecta los dispositivos móviles de presidentes y ministros, también de honorables personajes que hace unos años se confabularon para acabar con España. Pero no acabaron. Fueron espiados, con una matización: de modo legítimo y legal. Se enfadaron los independentistas. Y el Gobierno, habilísimo, confesó que Sánchez y Robles también habían sido espiados. Debe ser una de las primeras ocasiones en las que un Gobierno deja en evidencia a sus servicios secretos, a su seguridad y, por extensión, la seguridad del Estado y de la ciudadanía. En realidad, tenemos el mejor Gobierno posible. Nuestro prestigio crece día a día en el extranjero. Dices España y el respetable recuerda la definición ágil de Machado: «de charanga y pandereta».
Ahora bien, conocido el confesado espionaje (reitero, legítimo y legal) a algunos independentistas, conviene preguntarnos por qué días después el propio Gobierno descubre que Sánchez y Robles también fueron espiados. Propongamos una primera hipótesis: se afirma que el Estado también es víctima del espionaje y, por lo tanto, el Estado no es culpable de nada. Y tan amigos. Los independentistas seguirían apoyando a Sánchez: por fraternidad entre víctimas. Pero el asunto es más grave. Al presidente del Gobierno lo espiaron dos días después de que más de ocho mil muchachos cruzasen la frontera de Ceuta. Preguntas. Primera: ¿a quién le puede interesar más que a Marruecos el espionaje a Sánchez? Segunda: ¿la decisión de acoger al líder del Frente Polisario, Brahim Gali, tiene algo que ver en este vodevil? Tercera: ¿existe relación entre el espionaje y el cambio histórico de la postura española con respecto al Sáhara Occidental? Cuarta: si se confirmase que Marruecos ordenó el espionaje, ¿en qué trance quedaría el Gobierno en general y Sánchez, en particular? Quinta: ¿alguien tiene la menor duda de que el actual presidente del Gobierno se mueve por el interés de todos y no por el suyo propio? Confieso que la quinta debí formularla al revés, pero la elegancia y buena fe me impiden pensar que estamos tan mal gobernados. Nunca España ha estado tan cerca del cielo. Nosotros también cabalgamos entre nubarrones. Como Pegaso.