Después de un período de liturgias al que nos ha abocado la marcha de Feijoo, nos preparamos para el comienzo de una nueva era. Los días de despedidas y felicitaciones dejarán paso al duro quehacer de lo cotidiano. Feijoo se va y deja en muchos aspectos un legado positivo a Alfonso Rueda, pero ni mucho menos quiere ello decir que el de Os Peares regalara al pontevedrés una arcadia feliz en la que dedicarse a disfrutar del éxito.
Feijoo lo vivió en sus carnes, gobernar Galicia es cosa seria. Se trata de una preocupación constante porque supone pelear de sol a sol contra una serie de problemas, algunos endémicos, de los que depende la calidad de vida de 2,7 millones de personas.
Y esto es lo que a partir de ahora debería quitar el sueño al nuevo presidente de la Xunta: gobernar para que los gallegos sean atendidos en su salud, sean cuidados en su vejez y tengan futuro en su juventud. Se trata de que en esta comunidad cualquier persona pueda desarrollarse en plenitud en una sociedad avanzada, acorde al siglo XXI.
El enero pasado se cumplió un año de la entrada en vigor de la Ley de Impulso Demográfico, la primera de este estilo creada en España. No hay que olvidar que desde finales de los 80 en Galicia hay más defunciones que nacimientos. De hecho, el 2021 fue el año con menos alumbramientos. Al mismo tiempo, un 26 % de la población de Galicia tiene más de 65 años y la proyección para el 2035 es de un 33 %. Esto obliga al nuevo Gobierno a dedicarle recursos que permitan paliar los problemas de una de las poblaciones más envejecida de Europa. Esta situación impone poner al día la dependencia y humanizar las residencias de mayores, así como dar cobertura a todas las necesidades.
Igualmente, Rueda, junto al conselleiro de Sanidade, deberían dar una vuelta de tuerca a la atención primaria presencial y a las listas de espera. Ambos tienen el deber ético de mejorar esta situación que genera una gran frustración entre los miles de pacientes del Sergas.
Otra batalla de gran calado está en asegurar los fondos europeos para la recuperación, cosa nada fácil con un Gobierno no amigo en la Moncloa. Galicia bien se merece que se cierre felizmente la llegada de la fábrica de fibras textiles, que se potencie la automoción, el sector aeronáutico y los sectores primarios y tecnológicos.
Un nuevo reto que ya tenemos encima es el de desarrollar con eficacia y armonía las energías renovables. Galicia no puede dejar escapar este tren, como debería asegurar el trabajo a su flota pesquera y resolver los conflictos entre mejilloneros y marisqueros.
Y no olvidarnos del turismo, santo y seña de una marca Galicia que sigue siendo muy potente.