El clima de confrontación que vive la política española solo puede entenderse por un contagio del que existe en Ucrania y en medio mundo, tras la invasión rusa. Sin este elemento resulta difícil de comprender dónde nos encontramos con discusiones, refriegas, enfrentamientos y trifulcas a diario. Que, contra lo que pudiera parecer y fuera razonable, protagonizan los miembros del propio Gobierno y sus socios, allegados, compinches y colegas de investidura. Todos contra todos. Hasta llevar la convivencia diaria a límites difícilmente soportables.
Ya no nos agrada a los españoles la deriva que padecen desde siempre las relaciones entre el PP, con Pablo Casado y sin él, y el Gobierno de Sánchez, y que nos llevó a creer, según algunos estudios, que vivimos en el país con mayor confrontación política de Europa. Pero ahora, en un más difícil todavía de los circos de nuestra infancia, sus señorías se han decidido por enturbiar, aún más si es posible, nuestra convivencia. Que ya bastante complicada la tenemos por otras cuestiones.
Hace tiempo que Gobierno y aliados rompieron las hostilidades y comenzaron el fuego cruzado. Sin disimulos. Da lo mismo que sea la investigación del emérito, el envío de armas a Ucrania, la reforma laboral, la ley de la vivienda, el precio de la luz, el independentismo, el espionaje, los secretos de Estado que no lo son, o la ley del sí es sí. El camino está repleto de incidentes. Y en las refriegas participan todos. Con gran entusiasmo. Rufián contra Robles, Irene Montero contra Calviño. Bolaños contra Robles. Belarra contra Marlaska. Bolaños contra la jefa del CNI. También Bildu. Y todos contra Sánchez. En eso existe unanimidad. Este es el panorama.
Los sondeos nos dicen que los ciudadanos estamos preocupados por el tono, el pésimo tono, del debate político. Se puede cambiar lo de preocupados por lo de hasta el forro del pantalón. Porque la trifulca está matando el consenso y por muy rentable que resulte mediáticamente no puede mantenerse por más tiempo. Porque, antes o después, la bronca política se paga. Y alguien debe de poner fin a esta contienda abierta, imponiendo un alto el fuego.