El lado femenino de Hemingway

Cristina Sánchez-Andrade
Cristina Sánchez-Andrade ALGUIEN BAJO LOS PÁRPADOS

OPINIÓN

María Pedreda

13 jun 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

A menudo, aquello que más aborrecemos de los demás es lo que nos delata. Hay un magnífico documental en Filmin sobre la vida de Ernest Hemingway producido por Ken Burns y Lynn Novick que deja entrever esta idea. La cinta hace un riguroso recorrido por su vida y obra, con preciosas imágenes, voces, entrevistas con otros escritores y vídeos, que pone al descubierto a la persona que de verdad se escondía tras el genial escritor. Como todos sabemos, Hemingway se dedicó, por encima de todo, a vivir con intensidad: se alistó como voluntario en la Primera Guerra Mundial y participó como corresponsal en la Segunda y en la Guerra civil española; se casó cuatro veces y vivió en París, España, Cuba; viajó con frecuencia a África para cazar y hacia el final de esta vida aventurera, cansado, enfermo y alcohólico, se suicidó de manera dramática.

El documental da cuenta de muchos aspectos interesantes, pero voy a detenerme en uno que me llamó la atención. Se trata de la mala relación que tuvo con su segundo hijo, Gregory, fruto de su segundo matrimonio. Por lo visto, a Gregory, desde muy pequeño le gustaba vestirse con la ropa de su madre, cosa que Hemingway nunca aceptó. En el documental no se dice, pero sabemos por John Hemingway, nieto del escritor, y su libro Una familia muy singular, que Gregory murió en el 2001 en Miami, tras sufrir un infarto mientras cumplía condena por exhibicionismo en una cárcel de mujeres. Y es que, años después de morir su padre, decidió someterse a una operación de cambio de sexo, pasando a llamarse Gloria. 

Detrás de esta sórdida muerte, de la que apenas se hicieron eco los medios de comunicación, estaba la convulsa relación que existió entre padre e hijo, en parte por la orientación sexual de este. Pues bien, lo que más choca, sobre todo con la imagen viril que siempre mostró Hemingway es que, —y esto sí aparece en el documental— en el terreno doméstico, él mismo tenía una vertiente femenina muy marcada. En una carta que escribió a su cuarta mujer, Mary Welsh, cuenta cómo durante las relaciones sexuales que mantenía con ella, ambos intercambiaban los roles masculinos y femeninos. John explica que lo hacía por pura curiosidad, por meterse en la piel de una mujer para saber qué se siente. En todo caso, esta pequeña anécdota nos lleva a la idea expuesta al principio, que no es más que una de las magistrales frases de Carl Jung: «Todo lo que nos irrita de otros nos lleva a un entendimiento de nosotros mismos».