La inflación es el aumento continuado de los precios de los productos, y los precios no son más que la cantidad de dinero que hay que entregar a cambio de dichos productos. Por lo tanto, la causa última de la inflación en una economía es la cantidad de dinero existente, buena parte de la cual es generada por el banco central. Si en una economía en la que hay dos euros y dos latas de cerveza iguales hubiera que cambiar dinero por cerveza, cada lata valdría 1 euro; si en esa misma economía hubiera 200 euros, cada lata valdría 100 euros; si hubiera dos millones de euros, cada lata tendría un precio de 1 millón. En fin, la relación es clara: cada vez que aumenta la cantidad de dinero que existe en la economía, los precios suben.
Esta relación fue descubierta en la España del siglo XVI por la Escuela de Salamanca, coincidiendo con el hallazgo de ingentes cantidades de oro y plata en el Nuevo Mundo, metales que, justamente, eran el dinero de la época. Se creyó, alegremente, que España pasaría a ser un país inmensamente rico cuando llegaran esos tesoros. Pero España no se convirtió en un país más rico por tener más oro y más plata, sino en un país con más inflación. Porque la riqueza de una nación no es la cantidad que acumule de oro y plata, sino la capacidad que tenga para producir cosas. Y tener más oro y más plata no aumenta la capacidad productiva. Son otros factores los que lo hacen.
A partir de entonces, este fenómeno se ha ido reproduciendo a lo largo de la historia, porque los gobiernos han conminado con frecuencia a sus respectivos bancos centrales a comprarles bonos de deuda pública a cambio de dinero salido de sus impresoras. Y cuando el banco central se pone a imprimir dinero, más pronto que tarde aparece la inflación. El caso más extremo sucedió al final de la I Guerra Mundial, cuando los países perdedores (con Alemania a la cabeza) fueron obligados a sufragar los gastos de la contienda. Como sus economías estaban totalmente destruidas, se vieron obligados a imprimir dinero y la inflación se desbordó, hasta el punto de que en Hungría llegó a alcanzar una cifra colosal (un 1 seguido de 47 ceros) y que hasta el momento representa el récord de hiperinflación de todos los tiempos.
Volviendo al pasado más reciente y recordando que el Banco Central Europeo lleva un tiempo dándole a la máquina de fabricar euros como si no hubiese un mañana y aumentando con ello la masa monetaria hasta límites insospechados, era cuestión de tiempo que apareciese la inflación. Si a esto añadimos episodios como la pandemia del covid-19, la interrupción de las cadenas de suministro o la invasión de Ucrania, se entiende la magnitud con la que ha surgido y que cabe esperar que permanezca en el tiempo. A menos que se trate de contrarrestar con medidas drásticas.