Casi siempre la prensa rosa sirve para entretenerse a costa de los demás, sobre todo si se trata de personas famosas con vidas morbosas. A veces, en la prensa rosa aparece alguien que nos da una lección a todos. Es el caso de Rosa Olucha, pareja de Santi Millán, actor y presentador famoso que se ha hecho más famoso aún, trending topic, por la difusión de un vídeo en el que se le ve practicando sexo con otra mujer anónima. Estos son los hechos: sexo entre adultos, consentido y privado, difundido públicamente. Acto seguido llegan las interpretaciones y las asignaciones de roles: a ella se la presenta como la mujer del actor, no como una directora y realizadora de televisión; como la víctima de una infidelidad retransmitida, de la cual el culpable es él y, en menor medida, la otra; las redes se llenan de memes y comentarios feministas y machistas. Ella pone a todos en su sitio.
No agradece el apoyo, rechaza la compasión, la condolencia o la conmiseración, porque no se considera una mujer cornúpeta, ya que ella y él mantienen la relación que quieren mantener, con códigos de libertad y tolerancia acordados por ambos; códigos que otros dicen respetar, pero aderezan con las dosis justas y necesarias de moralinas sobre el adulterio, la incomprensión, la fidelidad, la confesión, la culpabilidad y el perdón. Estos que le otorgan el papel de víctima se sorprenden cuando les hace ver que hay una víctima porque hay un delito, pero que la víctima no es ella sino él, porque el delito es la intromisión en su intimidad.
La ley integral de la libertad sexual, la del «solo sí es sí», aprobada ya en el Congreso, penaliza la difusión de imágenes de contenido sexual, grabadas tanto en el ámbito privado como público, si son vejatorias para la mujer. Más allá del progresismo feminista, Rosa Olucha pega un hachazo en la base patriarcal de esta sociedad pazguata, dando un toque de otro color a la prensa rosa.