¿No hay ninguna que decidiera no participar?, pienso al ver ese desfile de mujeres (y dos hombres), consortes de los mandatarios de la OTAN, paseando felizmente entre los jardines y las fuentes de La Granja, encabezadas por las exultantes reina Letizia y Begoña Gómez. ¿No hay ninguna que, en la intimidad de su alcoba, se haya plantado y le haya dicho a su marido, mira, cariño: no. Si ese es el programa, por muy exclusivo y apetecible que sea, yo no voy. No quiero formar parte de ese rebaño de mujeres (perdón, pero es que me ha parecido eso, un rebaño) cuyo objetivo en Madrid es llenar las páginas cuché de la revista ¡Hola! y ser, por tanto, objeto de cotilleo en las peluquerías y en los programas de corazón de televisión. Yo no quiero que el mundo entero me vea hacer turismo mientras luzco modelito, compitiendo por quién lleva la manicura más chic o las sandalias más fashion, mientras mi marido se reúne para dirimir asuntos de gran calado geopolítico. Yo, si viajo hasta España y participo en un acto de esta envergadura, es porque tengo algo que decir y, sobre todo, decidir. De otro modo, no pasa nada. Me quedo en casa, o trabajando, que tengo mucho que hacer. Y ya iré a Madrid cuando me dé la gana.
Como si se me llenara la sangre de hormigas. La sensación al ver a esas mujeres y dos hombres (el marido del primer ministro de Luxemburgo y la pareja de la presidenta de Eslovaquia) paseando ociosos, con una agenda paralela a las de sus maridos, lejos de la toma de decisiones, es exactamente esa. Me bulle la sangre y me produce bochorno. Vergüenza ajena. Mujeres valoradas por lo estético que se dedican a agradar, a hacer que las cosas fluyan y sean bonitas, mientras sus maridos hablan de la guerra. ¿Esta es la imagen de modernidad que dice haber dado Pedro Sánchez? Porque si es así, me parece que no ha entendido absolutamente nada de años de lucha feminista. Estará muy contento con el «éxito de la cumbre», como él mismo dice, pero no ha hecho más que mostrar al mundo entero, con imágenes que hablan por sí mismas, que las estructuras de poder siguen siendo masculinas y que falta un buen trecho para la igualdad. En el fondo, mucho bla, bla, bla, pero seguimos igual que siempre.