Boris: se acabó el espectáculo

Ernesto Sánchez Pombo
Ernesto S. Pombo EL REINO DE LA LLUVIA

OPINIÓN

HENRY NICHOLLS | REUTERS

09 jul 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

La política se va a ser ahora mucho más aburrida, sin Boris Johnson. Una lástima. Hay que reconocer que otorgaba a la actividad pública un aire de informalidad, improvisación y gracia, con sus cabellos al viento, los andares apresurados y un aire canalla, que hacía que fuese una excepción en el panorama mundial. Sus excentricidades y desatinos han llevado al Reino Unido a una situación extrema, económica y social, de la que no va a salir fácilmente, como ya empiezan a adivinar sus ciudadanos.

Pero se nos va Boris, que era esa figura que, fuera donde fuese, destacaba sobre todas las demás. Por sus excentricidades y aspecto gamberro.

La vida de Boris ha sido siempre una mentira. Y repleta de escándalos y polémicas. Un engaño le llevó a ser expulsado del diario The Times, y con engaños contribuyó desde Bruselas y en las páginas de The Telegraph a alimentar la eurofobia de los ingleses. Siguió engañando al prometer la felicidad absoluta con el brexit. Y con las francachelas en Downing Street durante el confinamiento. E intentando convencer al mundo que no era necesaria la vacuna para vencer al virus. Un personaje tan mentiroso como hábil en superar una tras otra, y en el último instante, todas las crisis y contratiempos.

El ya exlíder tory y pronto expremier pasará a la historia como un demagogo y un mentiroso. Con poca decencia. Pero es obligado hacer honor a su creatividad, ingenio y humorismo. Siendo corresponsal en Bruselas informó que la UE obligaría a sus estados miembros a fabricar condones de menor tamaño a petición de los italianos. Una genialidad propia de Groucho. La Comisión, naturalmente, salió a desmentirlo.

Cuentan que poco antes de anunciar su marcha se lamentó del escaso apoyo de los suyos, mostrándose orgulloso de lo conseguido en su mandato. «Así me lo agradecen», dijo. Y no le falta razón. El personaje circense que entraña Boris Johnson marcha dejando un gran vacío. La política europea pierde a su principal humorista. Al fin y al cabo, ni mintió, ni cometió más tropelías, ni fue más demagogo que lo son la mayoría de mandatarios mundiales. Pero él, al menos, lo hizo con gracia y con un toque de excentricidad, que siempre se agradece en este mundo tan convulso y aciago.