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Seguro que la culpa la tuvo la cumbre de la OTAN que se celebró en Madrid y que distrajo la atención del presidente Sánchez de otros asuntos, impidiéndole ver la situación económica de España, la cual, en palabras del presidente del Partido Popular, Alberto Núñez Feijoo, es simplemente «crítica», debido, sobre todo, a que el presidente del Gobierno «falló en el diagnóstico y en las soluciones» para combatir la inflación.
De modo que, detrás del éxito de la cumbre de la OTAN, nos llegó la noticia de que España estaría siendo el país de la zona euro que peor está gestionando la economía, con el riesgo de que los niveles de déficit y deuda se vuelvan aún más inasumibles para las familias con hipotecas, para los autónomos que tienen créditos y para las pymes endeudadas con los bancos. Porque quizá los intereses vuelvan a subir.
El presidente del PP reiteró que era inaudito, en un escenario de inflación de más del 10 %, que el presidente Sánchez afirmase que había adoptado las medidas adecuadas. Lo que dejó ver que el presidente del Gobierno, que tan bien conectó con los líderes mundiales en la reunión de la OTAN, debe afrontar ahora la ardua tarea de recuperar la buena senda para la economía española, si no quiere meternos en un mal trance. Porque el fulgor del éxito de la reunión de la OTAN ya no da más de sí, ni puede pedírsele más.
La propia forma de llegar al poder de Pedro Sánchez explica todo lo que vino después: una serie de acuerdos e improvisaciones que solo tenían el objetivo de mantenerlo en el poder. Y lo logró, porque siempre ha hallado la manera de contentar a aquellos cuyo apoyo necesitaba y que conseguía por una vía de pactos y concesiones. Así fue desde el principio y así sigue siendo ahora. En este sentido, Sánchez no ha engañado a nadie ni ha ocultado el sutil descaro de sus negociaciones. Nada que objetar, pues, desde la perspectiva de la acción política.
Ahora se enfrenta a una crisis económica y cabe pensar que reajustará sus acuerdos, porque su apego al poder está bien acreditado. Llegó a la presidencia del Gobierno con sus pactos por el margen izquierdo del tablero y con el apoyo de nacionalistas vascos y catalanes. Una senda que previsiblemente volverá a recorrer.