Ayer había muchísimas cosas de las que hablar, bastantes importantes y muchas interesantes. Audios de periodistas y comisarios, políticos debatiendo sobre el estado de la nación, Alemania sin gas ruso, la central de As Pontes que no se cierra, la inflación, el dólar que pilló al euro, las gamberradas de Uber, incendios, la nueva camiseta filtrada del Celta y los 47 grados que le caerán a Ourense con el jajajá indescriptible del alcalde. Cada uno habrá vivido también sus propios hechos relevantes, el hijo que le nació, el padre que se le murió, una comida que le cambió la vida, una visita al médico, esa madeja de pequeños asuntos sin importancia para el tic tac general pero sustanciales para una.
El presente es un enorme ovillo de noticias que compiten de manera que un titular puede escalar a primera en un día flojo o agonizar en un breve en una jornada vibrante. Nada de lo que iba a ser noticia el 11S del año 2001 lo fue.
Lo más sensacional de la lista de reproducción informativa de ayer fue la foto en color del telescopio James Webb. Esa imagen del universo profundo con miles de galaxias, incluidas las más lejanas que se han observado nunca. ¡Por Dios! ¡Esa instantánea retrata lo que sucedió justo después del big bang! Un poco después de «en el principio fue el verbo». Todos los detalles desbordan asombro, poesía, épica, trascendencia, filosofía, ciencia y emoción. Nuestra dimensión exacta y la magnitud del universo retratadas por un invento humano. En una escala lógica, todo lo demás sería lene.
Hubo otra noticia también, a la carrera con todas las demás este 12 de julio: el reestreno del vídeo de un parto en la Domus de A Coruña. Durante veinticinco años enfrentó a miles de niñas y niños con la verdad del nacimiento sin cigüeñas, diminutivos ni silencios. También aquí el universo.