Dialectos corteses

Fernanda Tabarés
Fernanda Tabarés OTRAS LETRAS

OPINIÓN

Ramón Leiro

27 jul 2022 . Actualizado a las 07:11 h.

El Madrid extendido de Ayuso desborda estos días por la A-6 y se desparrama por el mar de Galicia como una invasión. Hay una forma de estar en el mundo del veraneante profesional que atraviesa cada año la meseta para instalarse unas semanitas en la costa y vivir una experiencia inmersiva repleta de sensaciones a un precio razonable. Cada actividad es una aventura, incluida la visita a la pescadería, en donde miran a los ojos de las nécoras al borde de la hipnosis. A esa especie concreta de veraneante, con su machete cultural en ristre, le ha salido un impetuoso defensor, un protector sin vergüenza que denomina cortesía a la vieja sumisión. Sucedió durante una actuación de Quico Cadaval en el centro de Baiona. Uno de sus refinados monólogos activó la solidaridad del PP local con ese pobre veraneante que necesita un poquito de inmersión local pero no tanto y a quien no se debe atormentar con un dialecto que está muy bien para despachar chinchos pero no para hacer cultura. La queja parecía una noticia falsa construida por algún mal enemigo de los populares, pero resultó ser verdadera. Matizada tras la avalancha de protestas, pero verdadera.

Ese tipo de veraneante que arrastra hasta A Concheira el concepto de Madrid que tiene Ayuso, aquel famoso de España dentro de España, ha existido siempre, con sus aliados locales y su desgraciado sentido de la cortesía; un país con el alma de una reserva temática a la que los ricos del centro vienen a comprar abalorios y nécoras que miran a los ojos. Una tierra de mansos que hablan gallego en la intimidad y siempre en invierno.

Qué bonito sería una rebelión de esos muchos otros veraneantes que no necesitan protección.