Otra vez aparece en los medios de comunicación una frase que vilipendia a la química: sumisión química. Hay individuos que se dedican a inyectar sustancias, especialmente a mujeres, de forma inadvertida y, por supuesto, sin permiso de la receptora del pinchazo. Las personas agredidas se dan cuenta, en primer lugar, de que alguien las pincha y en segundo lugar porque tienen sensaciones de hormigueo, adormecimiento, etcétera.
No está clara la finalidad del pinchazo. Algunos dicen que se trata de lograr la sumisión química, destinada a conseguir que la receptora del pinchazo pierda su voluntad y se haga sumisa. El responsable que la pinchó aprovecharía para abusar sexualmente de la víctima y para robarle sus pertenencias.
Si esta agresión tiene lugar en una vivienda o en lugar aislado puede tener éxito. Pero, si se hace en una aglomeración de personas (discoteca, acontecimiento callejero múltiple) resulta dudoso que la persona agredida sufra una pérdida de conciencia sin que el resto de los asistentes no se percaten de lo sucedido. Otra vez estamos ante el mal uso de la química para lograr fines inconfesables.
Sin embargo, existe una sumisión química positiva: la que se logra con anestésicos. Provoca la inconsciencia de las personas con el fin de realizar una operación quirúrgica y solucionar algún problema de salud del paciente sin que este sufra dolores. A pesar de algunos malvados, la química es benefactora de la humanidad.