En agosto

Ramón Pernas
Ramón Pernas NORDÉS

OPINIÓN

Sandra Alonso

06 ago 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

Estoy escribiendo a la vez que miro al cielo de agosto procurando encontrar el rastro de perseidas viajeras, de una estrella fugaz que cruce el firmamento y desaparezca en la mar anunciando las noches de san Lorenzo, que es cuando el telón del cielo acoge la lluvia de estrellas en agosto, por agosto.

Estoy descansando, militando en el dolce far niente de todos los veranos mientras disfruto junto al mar en un placido oasis climático de nubes y claros que se extiende desde Ortegal hasta Navia de Asturias. Mientras otra ola de calor hace del sur y del centro de Galicia una tea incendiaria y los termómetros disparan, en modo bochorno, sus grados centígrados.

Aquí, en el norte, más al norte, los días y las noches son llevaderos, se dejan querer, y la niebla traidora es vencida por las raiolas unidas del mediodía. Si pudiéramos convocar al sol sería un paraíso. Todo se andará. Somos, frente a la sequía que avanza amenazadora galopando por las tierras del país gallego, una auténtica reserva hídrica con sus subrayados de orballo, o en el mejor de los casos de rocío matinal, que deja gotas de agua adornando la naturaleza entera.

En ocasiones llueve mansamente con chubascos desganados, perezosos, como de agosto.Estamos comenzando a subir las cuestas agosteñas, las que terminan con las vísperas, las que concluyen la tregua mensual de quince a quince, del Carmen de julio a la virgen de agosto, que anuncia el final de las anheladas vacaciones estivales.

Pero aún es tiempo jubiloso y de celebración. Agosto es un ramillete de lavanda que aromatiza todo el paisaje agavillando las últimas flores que han sobrevivido a la primavera. Es un paseo sin prisas mientras la brisa de las tardes nos abraza como una vieja amiga de estos pagos norteños del poniente.Y la mar es una certidumbre, un decorado estable que nos reconoce en la primera de las miradas que se agolpan en la retina.

Contar agosto, cantar agosto, es escribir la palabra fiesta, con la música alada de los foguetes que suenan de fondo. Es escribir verbena y amigos, es mirar el mundo a través del caleidoscopio nocturno de un gin tónic sentado en una de las terrazas que serpentean la noche en el paseo marítimo.

Ahora mismo he visto desde mi ventana la primera estrella fugaz de mi colección de agosto. Ha sido un buen presagio, una señal de fortuna en agosto.