Reconstruir bibliotecas

Manuel Blanco Desar
Manuel Blanco Desar ECONOMISTA

OPINIÓN

09 ago 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

En agosto de 1914, las tropas alemanas arrasaron Lovaina y en su pulsión bárbara prendieron fuego a la excelsa biblioteca de su centenaria universidad. Torturaron, violaron, saquearon, deportaron y asesinaron a una parte significativa de la población local. Ahí comenzó a forjarse la pregunta de si esos modernos hunos descendían más de Atila que de Goethe, hablándose de un odioso crimen contra la cultura occidental.

En ese ambiente tóxico maduró Paul-Henri Spaak, nacido a escasos kilómetros de Lovaina, la ciudad que acogió la publicación de la Utopía de Tomás Moro merced a los buenos oficios de Erasmo de Róterdam. Spaak pasaría dos años como prisionero de guerra de aquellos hunos. Con la nueva invasión germana de 1940, siendo ya ministro belga de asuntos exteriores, tuvo que exiliarse y ver de nuevo martirizada su patria. Con estos antecedentes, uno se pregunta de qué fibra estaban hechos estos hombres providenciales, hombres que perdonaron y propusieron edificar otra Utopía distinta, de optimo reipublicae statu: Europa.

Cuando tengo tiempo me gusta visitar el Musée Royal de L'Armée, en el Parc du Cinquantenaire de Bruselas. Si se quiere aprender de perdón y resiliencia en Europa hay que acudir a lugares así. Spaak, que inició su carrera política en el socialdemócrata Partido Obrero belga, logró convencer a sus paisanos de la necesidad de hacer realidad esa utopía que hoy nos ampara ante la insania de otros hunos que, tal vez algún día, también abracen la causa de nuestra Unión, aunque hoy estén asolando Ucrania.

Moro, Erasmo… La sal y la luz de Europa son esos milagros bípedos, racionales y bondadosos que frecuentaban sus sagradas bibliotecas. Sapere aude, atrévete a saber, nos dijo Kant, seguramente el mejor prusiano de la historia. Su tumba es de lo poco que resta de Prusia en la actual Kaliningrado rusa. Ironías del destino para los monarcas Hohenzollern, el último de los cuales, responsable final de la barbarie huna en Lovaina, yace en tierras neerlandesas.

El joven Spaak superó la humana inclinación a la venganza y fue otro obrero más en la colocación de los pilares de esta Europa que nos protege de las peores pesadillas, aunque todavía no de todas, como volvió a testimoniar la desmembración en 1968 de la reconstruida biblioteca de Lovaina. Walen buiten! Valones fuera!, gritaban los nacionalistas flamencos, y así los libros pares tuvieron que huir a la vecina Valonia junto con los odiados valones, cuyos antepasados tampoco respetaron a los flamencos. Solo Europa nos salva de lo tribal.