Pimientos del padrón

Mariluz Ferreiro A MI BOLA

OPINIÓN

MERCE ARES

21 ago 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

Mercado del Olivar. Palma de Mallorca. Un grupo de turistas chinos devoran ostras, jamón, sobrasada... Y piden una más de pimientos de Padrón. Un clásico en las barras y mesas veraniegas. Mucho más allá de Galicia. Pero rebautizado con saña. Ya sea en la capital balear en pleno veraneo de Felipe VI o en Puigcerdá, el corazón estival para las familias catalanas con acomodo de toda la vida, o en el País Vasco francés, junto al foie gras mi-cuit. De forma paralela, se ha ido extendiendo el producto, pero también se ha popularizado un nombre alternativo que reina en gran parte de las cartas más acá del noroeste. Se ofrecen por doquier «pimientos del padrón». Y, como la cosecha no puede dar para tanto, quizás sea hasta normal plantearse si serán de un productor del padrón municipal de turno. El pequeño giro de tuerca va más allá de la anécdota o del chascarrillo. Esta denominación (que no de origen, precisamente) incluso es utilizada por un reconocido autor literario español en una de sus novelas. Es decir, ya hay literatura escrita que recoge esta rompedora fórmula. Se puede considerar como un halago, un accidental canto a la universalidad del manjar. El mismo viaje de Rimmel a rímel, palabra que acabó siendo reconocida por la RAE y adoptada por otras marcas de máscaras de pestañas. Para satisfacer a los puristas, basta con recordar a Bernardo Bertolucci. En la última exposición sobre el Festival de San Sebastián se emiten vídeos de momentos memorables del certamen. En uno de ellos, el director italiano explica en inglés: «Como dicen en Galicia, las películas y los festivales son como los pimientos de Padrón, unos pican y otros no». Palabra de un genio. Y de un devoto de esta pequeña exquisitez.